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domingo, agosto 18, 2024
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    Lucas 14 - Biblia Septuaginta al Español

    Jesús sana a un hidrópico

    1. Y aconteció, mientras iba él a casa de uno de los príncipes de los fariseos en sábado a comer pan, que ellos estaban acechándole.

    2. Y he aquí un hombre estaba hidrópico delante de él.

    3. Y, respondiendo Jesús, habló a los legisperitos y fariseos, diciendo: «¿Es lícito el sábado curar, o no?» Mas ellos callaron.

    4. Y cogiendo sanóle y despidió;

    5. y a ellos dijo: «¿De quién de vosotros hijo o buey en pozo caerá, y no al punto le tirará arriba en día del sábado?»

    6. Y no pudieron replicar a esto.

    Los convidados a las bodas

    7. Y decía a los convidados parábolas; advirtiendo cómo los primeros lechos se elegían, diciendo a ellos:

    8. «Cuando fueres convidado de alguno a bodas, no te asientes en el primer asiento, no sea que uno más honrado que tú esté convidado por él.

    9. y, viniendo el que a ti y a él convidó, te diga: «Da a éste lugar»; y entonces empieces con vergüenza el último lugar a ocupar.

    10. Mas, cuando fueres convidado, andando recuéstate en el último lugar, para que, cuando venga el que te ha convidado, te diga: «Amigo vente subiendo más arriba»; entonces habrá para ti gloria a faz de todos los comensales tuyos.

    11. Porque, todo el que se exaltare, humillado será, y el que se humillare, exaltado será».

    12. Y decía también al que le había convidado: «Cuando hagas comida o cena, no llames tus amigos, ni tus hermanos, ni tus parientes, ni los vecinos ricos; no sea que también ellos te vuelvan a convidar y se te haga retorno.

    13. Empero, cuando banquete hagas, convida pobres, mútilos, cojos, ciegos;

    14. y bienaventurado serás, porque no tienen cómo retornarte; que se te retornará en la resurrección de los justos».

    Parábola de la gran cena

    15. Y, oyendo uno de los comensales díjole: «Bienaventurado el que come pan en el reino de Dios».

    16. Y él díjole: «Un hombre hizo cena grande y convidó a muchos;

    17. y envió a su siervo, a la hora de la cena, a decir a los convidados: «Venid, que ya las cosas preparadas están».

    18. Y empezaron a una todos a excusarse. El primero díjole: «Campo he comprado, y tengo necesidad de, saliendo, verlo; ruégote, tenme por excusado».

    19. Y otro dijo: «Yuntas de bueyes he comprado cinco, y voy a probarlas; ruégote, tenme por excusado».

    20. Y otro dijo: «Mujer he tomado, y por esto no puedo ir».

    21. Y, volviendo aquel siervo, refirió a su señor estas cosas. Entonces, airado el dueño de casa, dijo a su siervo: «Sal pronto a las vías y calles de la ciudad y a los pobres, y mútilos, y ciegos y cojos tráete acá».

    22. Y dijo el siervo: «Señor, hecho está lo que ordenaste, y todavía lugar hay».

    23. Y dijo el señor al siervo: «Sal a los caminos y cercas, y fuérzales a entrar, para que se llene mi casa».

    24. Pues dígoos que ninguno de aquellos varones los convidados, gustará mi cena».

    Lo que cuesta seguir a Cristo

    25. E iban con él turbas muchas; y, volviéndose dijo a ellos:

    26. «Si alguno viene a mí, y no odia a su padre, y la madre, y la mujer, y los hijos, y los hermanos y las hermanas, y aún también su alma(a) , no puede ser mi discípulo.

    27. Quienquiera, pues, que no lleva su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo(b) .

    28. Pues ¿quién de entre vosotros, queriendo torre edificar no ya primero, sentándose, calcula el gasto, si tiene para conclusión?

    29. No sea que, más tarde, habiendo él puesto el cimiento y no pudiendo concluir, todos los que miran, empiecen a mofarse de él,

    30. diciendo: que este hombre empezó a edificar y no pudo concluir.

    31. ¿O qué rey, yendo con otro rey a chocar en guerra, no ya, sentándose, primero consultará, si poderoso es, en diez millares, a afrontar al que con veinte millares viene sobre él?

    32. Empero, si no, aún él lejos estando, embajada enviando, ruega lo para paz.

    33. Así, pues, cada uno de entre vosotros, que no renuncia a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo.

    Cuando la sal pierde su sabor

    34. ¡Bella, pues, la sal! pero, si también la sal se desvaneciere ¿en qué se sazonará?

    35. Ni para la tierra, ni para el estercolero buena es; fuera arrójanla. El que tiene orejas para oír, oiga».