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sábado, agosto 17, 2024
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    Lucas 18 - Biblia Septuaginta al Español

    Parábola de la viuda y el juez injusto

    1. Y decía parábola a ellos sobre el deber siempre orar ellos y no acobardar,

    2. diciendo: «Un juez había en una ciudad, a Dios no temiendo, y a hombre no considerando.

    3. Y viuda había en aquella ciudad; y venía a él, diciendo: «Desagráviame de mi agraviador».

    4. Y no quería por un tiempo. Después de esto, dijo dentro de sí: «Aunque a Dios no temo ni a hombre considero,

    5. por ya acarrearme trabajo esta viuda, la desagraviaré; para que al fin, viniendo no me acardenale los ojos».

    6. Y dijo el Señor: «¡Oíd qué el juez de la iniquidad dice!

    7. Y Dios ¿no hará, no, el desagravio de sus escogidos, de los que claman a él día y noche; —y se alarga de ánimo(a) con ellos?

    8. Dígoos que, hará su desagravio en breve—. Empero, el Hijo del hombre viniendo ¿acaso hallará la fe sobre la tierra?»

    Parábola del fariseo y el publicano

    9. Y dijo también a algunos, los que confiaban en sí mismos, porque son justos, y en nada tienen a los demás, esta parábola:

    10. «Hombres dos subieron al santuario a orar: uno, fariseo, y el otro, publicano.

    11. El fariseo apostado esto consigo oraba: «¡Dios! agradézcote que no soy así como los demás hombres: rapaces, injustos, adúlteros; —o también como este publicano;

    12. ayuno dos veces el sábado(b) ; diezmo todo cuanto adquiero».

    13. Y el publicano, a lo lejos parado, no quería ni los ojos alzar al cielo, sino golpeaba su pecho, diciendo: «¡Dios! apiádate de mí, el pecador».

    14. Dígoos: bajó éste justificado a su casa, antes que el otro; pues todo el que se exaltare, humillado será, y el que se humillare, exaltado será».

    Jesús bendice a los niños

    15. Y trajéronle también las criaturas, para que las tocase; y, viniendo los discípulos, imponíanles.

    16. Y Jesús llamólas a sí diciendo: «Dejad a los niñitos venir a mí y no les estorbéis, porque de los tales es el reino de Dios.

    17. En verdad dígoos: quien no recibiere el reino de Dios como niñito, no entrará, no, en él».

    El joven rico

    18. Y preguntó uno a él , un príncipe, diciendo: «Maestro bueno ¿Qué haciendo, vida eterna heredaré?»

    19. Y díjole Jesús: «¿qué me dices bueno? Nadie bueno, sino uno: Dios.

    20. Los mandamientos sabes: «No adulterarás; no matarás; no hurtarás; no perjurarás; honra a tu padre y tu madre».

    21. Y él dijo: «Esto todo he guardado desde juventud(c) .

    22. Y, oyendo Jesús, díjole: «Todavía una cosa te falta: todo cuanto tienes, vende y reparte a mendigos, y tendrás tesoro en los cielos; y ¡acá! sígueme».

    23. Pero él, oyendo esto, triste en torno se puso, porque era rico sobremanera.

    24. Y, viéndole Jesús, dijo: «¡Cuán difícilmente los que las riquezas tienen, al reino de Dios llegan!;

    25. que más fácil es que un camello por ojo de aguja entre que un rico en el reino de Dios entre».

    26. Y dijeron los que oían: «¿Y quién se puede salvar?»

    27. Y él dijo: «Lo imposible ante los hombres, posible ante Dios es».

    28. Y dijo Pedro: «He aquí nosotros, dejando lo propio, te hemos seguido».

    29. Y él díjoles: «En verdad dígoos que ninguno hay que ha dejado casa, o mujer, o hermanos, o padres, o hijos por causa del reino de Dios,

    30. que no reciba de fijo el múltiplo en este tiempo y en el siglo el futuro vida eterna».

    Nuevamente Jesús anuncia su muerte

    31. Y llevándose los doce aparte, dijo a ellos: «He aquí subimos a Jerusalén, y se cumplirá todo lo escrito por los profetas, al Hijo del hombre;

    32. pues entregado será a las gentes, y escarnecido, y ultrajado, y escupido;

    33. y, después de azotar, mataránle, y al día, el tercero, resucitará».

    34. Mas ellos nada de esto comprendieron, y estaba esta palabra oculta a ellos, y no conocían lo dicho.

    Un ciego de Jericó recibe la vista

    35. Y aconteció, acercándose él a Jericó, un ciego estaba sentado junto al camino, mendigando.

    36. Y, oyendo a la turba pasar, preguntó qué era eso.

    37. Y significáronle que Jesús, el Nazareno, va pasando.

    38. Y clamó, diciendo: «Jesús, hijo de David, apiádate de mí».

    39. Y los que iban adelante, intimábanle que callara; pero él mucho más gritaba: «Hijo de David, apiádate de mí».

    40. Y, parado Jesús, mandó se le trajera a él. Y, acercándose él, preguntóle:

    41. «¿Qué te quieres haga?» Y él dijo: «Señor, que vea».

    42. Y Jesús díjole: «Ve: tu fe te ha salvado».

    43. Y al punto vio y seguíale, glorificando a Dios. Y todo el pueblo, viendo, dio loor a Dios.