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    Mateo 8 - Nueva Versión Internacional 1999

    Jesús sana a un leproso

    1. Jesús sana a un leproso 8:2-4-Mr 1:40-44; Lc 5:12-14 Cuando Jesús bajó de la ladera de la montaña, lo siguieron grandes multitudes.

    2. Un hombre que tenía lepra se le acercó y se arrodilló delante de él. -Señor, si quieres, puedes limpiarme -le dijo.

    3. Jesús extendió la mano y tocó al hombre. -Sí quiero -le dijo-. ¡Queda limpio! Y al instante quedó sano[g] de la lepra.

    4. -Mira, no se lo digas a nadie -le dijo Jesús-; sólo ve, preséntate al sacerdote, y lleva la ofrenda que ordenó Moisés, para que sirva de testimonio.

    Jesús sana al siervo de un centurión

    5. La fe del centurión 8:5-13-Lc 7:1-10 Al entrar Jesús en Capernaúm, se le acercó un centurión pidiendo ayuda.

    6. -Señor, mi siervo está postrado en casa con parálisis, y sufre terriblemente.

    7. -Iré a sanarlo -respondió Jesús.

    8. -Señor, no merezco que entres bajo mi techo. Pero basta con que digas una sola palabra, y mi siervo quedará sano.

    9. Porque yo mismo soy un hombre sujeto a órdenes superiores, y además tengo soldados bajo mi autoridad. Le digo a uno: “Ve”, y va, y al otro: “Ven”, y viene. Le digo a mi siervo: “Haz esto”, y lo hace.

    10. Al oír esto, Jesús se asombró y dijo a quienes lo seguían: -Les aseguro que no he encontrado en Israel a nadie que tenga tanta fe.

    11. Les digo que muchos vendrán del oriente y del occidente, y participarán en el banquete con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los cielos.

    12. Pero a los súbditos del reino se les echará afuera, a la oscuridad, donde habrá llanto y rechinar de dientes.

    13. Luego Jesús le dijo al centurión: -¡Ve! Todo se hará tal como creíste. Y en esa misma hora aquel siervo quedó sanó.

    Jesús sana a la suegra de Pedro

    14. Jesús sana a muchos enfermos 8:14-16-Mr 1:29-34; Lc 4:38-41 Cuando Jesús entró en casa de Pedro, vio a la suegra de éste en cama, con fiebre.

    15. Le tocó la mano y la fiebre se le quitó; luego ella se levantó y comenzó a servirle.

    16. Al atardecer, le llevaron muchos endemoniados, y con una sola palabra expulsó a los espíritus, y sanó a todos los enfermos.

    17. Esto sucedió para que se cumpliera lo dicho por el profeta Isaías: «Él cargó con nuestras enfermedades y soportó nuestros dolores.»[h]

    Los que querían seguir a Jesús

    18. Lo que cuesta seguir a Jesús 8:19-22-Lc 9:57-60 Cuando Jesús vio a la multitud que lo rodeaba, dio orden de pasar al otro lado del lago.

    19. Se le acercó un maestro de la ley y le dijo: -Maestro, te seguiré a dondequiera que vayas.

    20. -Las zorras tienen madrigueras y las aves tienen nidos -le respondió Jesús-, pero el Hijo del hombre no tiene dónde recostar la cabeza.

    21. Otro discípulo le pidió: -Señor, primero déjame ir a enterrar a mi padre.

    22. -Sígueme -le replicó Jesús-, y deja que los muertos entierren a sus muertos.

    Jesús calma la tempestad

    23. Jesús calma la tormenta 8:23-27-Mr 4:36-41; Lc 8:22-25 Luego subió a la barca y sus discípulos lo siguieron.

    24. De repente, se levantó en el lago una tormenta tan fuerte que las olas inundaban la barca. Pero Jesús estaba dormido.

    25. Los discípulos fueron a despertarlo. -¡Señor -gritaron-, sálvanos, que nos vamos a ahogar!

    26. -Hombres de poca fe -les contestó-, ¿por qué tienen tanto miedo? Entonces se levantó y reprendió a los vientos y a las olas, y todo quedó completamente tranquilo.

    27. Los discípulos no salían de su asombro, y decían: «¿Qué clase de hombre es éste, que hasta los vientos y las olas le obedecen?»

    Los endemoniados gadarenos

    28. Liberación de dos endemoniados 8:28-34-Mr 5:1-17; Lc 8:26-37 Cuando Jesús llegó al otro lado, a la región de los gadarenos,[i] dos endemoniados le salieron al encuentro de entre los sepulcros. Eran tan violentos que nadie se atrevía a pasar por aquel camino.

    29. De pronto le gritaron: -¿Por qué te entrometes, Hijo de Dios? ¿Has venido aquí a atormentarnos antes del tiempo señalado?

    30. A cierta distancia de ellos estaba paciendo una gran manada de cerdos.

    31. Los demonios le rogaron a Jesús: -Si nos expulsas, mándanos a la manada de cerdos.

    32. -Vayan -les dijo. Así que salieron de los hombres y entraron en los cerdos, y toda la manada se precipitó al lago por el despeñadero y murió en el agua.

    33. Los que cuidaban los cerdos salieron corriendo al pueblo y dieron aviso de todo, incluso de lo que les había sucedido a los endemoniados.

    34. Entonces todos los del pueblo fueron al encuentro de Jesús. Y cuando lo vieron, le suplicaron que se alejara de esa región.