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miércoles, julio 17, 2024
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    Mateo 5 - Reina Valera 1862

    El Sermón del monte: Las bienaventuranzas

    1. Y VIENDO Jesús las multitudes, subió a un monte; y sentándose él, se llegaron a él sus discípulos.

    2. Y abriendo él su boca, les enseñaba, diciendo:

    3. Bienaventurados los pobres en espíritu; porque de ellos es el reino de los cielos.

    4. Bienaventurados los tristes; porque ellos recibirán consolación.

    5. Bienaventurados los mansos; porque ellos recibirán la tierra por heredad.

    6. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia; porque ellos serán hartos.

    7. Bienaventurados los misericordiosos; porque ellos alcanzarán misericordia.

    8. Bienaventurados los de limpio corazón; porque ellos verán a Dios.

    9. Bienaventurados los pacificadores; porque ellos serán llamados hijos de Dios.

    10. Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia; porque de ellos es el reino de los cielos.

    11. Bienaventurados sois, cuando os maldijeren, y os persiguieren, y dijeren de vosotros todo mal por mi causa, mintiendo.

    12. Regocijáos y alegráos; porque vuestro galardón es grande en los cielos; que así persiguieron a los profetas que fueron ántes de vosotros.

    La sal de la tierra

    13. Vosotros sois la sal de la tierra; y si la sal perdiere su sabor, ¿con qué será salada? no vale más para nada; sino que sea echada fuera, y sea hollada de los hombres.

    La luz del mundo

    14. Vosotros sois la luz del mundo. La ciudad asentada sobre el monte no se puede esconder.

    15. Ni se enciende la luz, y se pone debajo de un almud, sino en el candelero, y alumbra a todos los que están en casa.

    16. Así pues alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras obras buenas, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.

    Jesús y la ley

    17. No penséis que he venido para invalidar la ley, o los profetas: no he venido para invalidarlos, sino para cumplirlos.

    18. Porque de cierto os digo, que hasta que perezca el cielo y la tierra, ni una jota, ni un tilde perecerá de la ley, sin que todas las cosas sean cumplidas.

    19. De manera que cualquiera que quebrantare uno de estos mandamientos muy pequeños, y así enseñare a los hombres, muy pequeño será llamado en el reino de los cielos; mas cualquiera que los hiciere, y enseñare, éste será llamado grande en el reino de los cielos.

    20. Porque yo os digo, que si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y de los Fariseos, no entraréis en el reino de los cielos.

    Jesús y la ira

    21. Oisteis que fué dicho a los antiguos: No matarás; mas cualquiera que matare, estará expuesto a juicio.

    22. Yo pues os digo, que cualquiera que se enojare sin razón con su hermano, estará expuesto a juicio; y cualquiera que dijere a su hermano: Raca, estará expuesto al concilio; y cualquiera que a su hermano dijere: Insensato, estará expuesto al fuego del infierno.

    23. Por tanto si trajeres tu presente al altar, y allí te acordares, que tu hermano tiene algo contra tí,

    24. Deja allí tu presente delante del altar, y vé: vuelve primero en amistad con tu hermano, y entónces vé, y ofrece tu presente.

    25. Pónte de acuerdo con tu adversario presto, entre tanto que estás con él en el camino; porque no acontezca que el adversario te entregue al juez, y el juez te entregue al ministro; y seas echado en prisión.

    26. De cierto te digo, que no saldrás de allí, hasta que pagues el postrer cornado.

    Jesús y el adulterio

    27. Oisteis que fué dicho a los antiguos: No cometerás adulterio:

    28. Yo pues os digo, que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón.

    29. Por tanto si tu ojo derecho te fuere ocasión de caer, sácale, y échale de tí; que mejor te es, que se pierda uno de tus miembros, que no que todo tu cuerpo sea echado al infierno.

    30. Y si tu mano derecha te fuere ocasión de caer, córtala, y échala de tí: que mejor te es, que se pierda uno de tus miembros, que no que todo tu cuerpo sea echado al infierno.

    Jesús y el divorcio

    31. También fué dicho: Cualquiera que despidiere a su mujer, déle carta de divorcio.

    32. Mas yo os digo, que el que despidiere a su mujer, a no ser por causa de fornicación, hace que ella adultere; y el que se casare con la despedida, comete adulterio.

    Jesús y los juramentos

    33. También oisteis que fué dicho a los antiguos: No te perjurarás; mas cumplirás al Señor tus juramentos.

    34. Yo pues os digo: No juréis en ninguna manera; ni por el cielo, porque es el trono de Dios;

    35. Ni por la tierra, porque es el estrado de sus piés; ni por Jerusalem, porque es la ciudad del gran Rey.

    36. Ni por tu cabeza jurarás; porque no puedes hacer un cabello blanco o negro.

    37. Mas sea vuestro hablar, Sí, sí: No, no; porque lo que es más de esto, de mal procede.

    El amor hacia los enemigos

    38. Oisteis que fué dicho a los antiguos: Ojo por ojo; y diente por diente:

    39. Mas yo os digo: que no resistáis al mal: ántes a cualquiera que te hiriere en tu mejilla derecha, vuélvele también la otra.

    40. Y al que quisiere ponerte a pleito, y tomarte tu ropa, déjale también la capa.

    41. Y a cualquiera que te forzare a ir una milla, vé con él dos.

    42. Al que te pidiere, dále; y al que quisiere tomar de tí prestado, no le rehuses.

    43. Oisteis que fué dicho: Amarás a tu prójimo; y aborrecerás a tu enemigo.

    44. Yo pues os digo: Amád a vuestros enemigos: bendecíd a los que os maldicen : hacéd bien a los que os aborrecen, y orád por los que os calumnían y os persiguen;

    45. Para que seais hijos de vuestro Padre que está en los cielos: que hace que su sol salga sobre malos y buenos; y llueve sobre justos e injustos.

    46. Porque si amareis a los que os aman, ¿qué galardón tendreis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos?

    47. Y si saludareis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los publicanos?

    48. Sed pues vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto.