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jueves, julio 18, 2024
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    Mateo 8 - Reina Valera 1862

    Jesús sana a un leproso

    1. Y COMO descendió Jesús del monte, seguíanle grandes multitudes.

    2. Y, he aquí, un leproso vino, y le adoró, diciendo: Señor, si quisieres, puedes limpiarme.

    3. Y extendiendo Jesús su mano, le tocó, diciendo: Quiero: sé limpio. Y luego su lepra fué limpiada.

    4. Entónces Jesús le dijo: Mira, no lo digas a nadie; mas vé, muéstrate al sacerdote, y ofrece el presente que mandó Moisés, para que les conste.

    Jesús sana al siervo de un centurión

    5. Y entrando Jesús en Capernaum, vino a él un centurión, rogándole,

    6. Y diciendo: Señor, mi criado está echado en casa paralítico, gravemente atormentado.

    7. Y Jesús le dijo: Yo vendré, y le sanaré.

    8. Y respondió el centurión, y dijo: Señor, no soy digno que entres debajo de mi techumbre; mas solamente dí con la palabra, y mi criado sanará.

    9. Porque también yo soy hombre debajo de potestad; y tengo debajo de mi potestad soldados; y digo a éste: Vé, y va; y al otro: Ven, y viene; y a mi siervo: Haz esto, y lo hace.

    10. Y oyéndolo Jesús, se maravilló; y dijo a los que le seguían: De cierto os digo, que ni aun en Israel he hallado tanta fé.

    11. Y yo os digo, que vendrán muchos del oriente, y del occidente, y se asentarán con Abraham, e Isaac, y Jacob, en el reino de los cielos;

    12. Mas los hijos del reino serán echados en las tinieblas de afuera: allí será el llanto, y el crujir de dientes.

    13. Entónces Jesús dijo al centurión: Vé, y como creiste, así sea hecho contigo. Y su criado fué sano en el mismo momento.

    Jesús sana a la suegra de Pedro

    14. Y vino Jesús a casa de Pedro, y vió a su suegra echada en la cama, y con fiebre.

    15. Y tocó su mano, y la fiebre la dejó; y ella se levantó, y les servía.

    16. Y como fué ya tarde, trajeron a él muchos endemoniados, y echó de ellos los demonios con su palabra, y sanó todos los enfermos;

    17. Para que se cumpliese lo que fué dicho por el profeta Isaías, que dijo: El tomó nuestras enfermedades, y llevó nuestras dolencias.

    Los que querían seguir a Jesús

    18. Y viendo Jesús grandes multitudes al rededor de sí, mandó que se fuesen a la otra parte del lago.

    19. Y llegóse un escriba, y díjole: Maestro, seguirte he donde quiera que fueres.

    20. Y Jesús le dijo: Las zorras tienen cavernas, y las aves del cielo nidos; mas el Hijo del hombre no tiene donde recostar su cabeza.

    21. Y otro de sus discípulos le dijo: Señor, dáme licencia que vaya primero, y entierre a mi padre.

    22. Y Jesús le dijo: Sígueme, y deja que los muertos entierren a sus muertos.

    Jesús calma la tempestad

    23. Y entrando él en una nave, sus discípulos le siguieron.

    24. Y, he aquí, fué hecho en la mar un gran movimiento, de manera que la nave se cubría de las ondas; y él dormía.

    25. Y llegándose sus discípulos le despertaron, diciendo: Señor, sálvanos, perecemos.

    26. Y él les dice: ¿Por qué teméis, hombres de poca fé? Entónces levantado reprendió a los vientos y a la mar; y fué grande bonanza.

    27. Y los hombres se maravillaron, diciendo: ¿Qué hombre es éste, que aun los vientos y la mar le obedecen?

    Los endemoniados gadarenos

    28. Y como él llegó a la otra parte en el territorio de los Gergesenos; le vinieron al encuentro dos endemoniados que salían de los sepulcros, fieros en gran manera, así que nadie podía pasar por aquel camino.

    29. Y, he aquí, clamaron, diciendo: ¿Qué tenemos contigo, Jesús, Hijo de Dios? ¿Has venido ya acá a molestarnos ántes de tiempo?

    30. Y estaba léjos de ellos un hato de muchos puercos paciendo.

    31. Y los demonios le rogaron, diciendo: Si nos echas, permítenos que vayamos en aquel hato de puercos.

    32. Y él les dijo: Id. Y ellos salidos, se fueron al hato de los puercos; y, he aquí, todo el hato de los puercos se precipitó de un despeñadero en la mar; y murieron en las aguas.

    33. Y los porqueros huyeron, y viniendo a la ciudad, contaron todas las cosas, y lo que había pasado con los endemoniados.

    34. Y, he aquí, toda la ciudad salió a encontrar a Jesús; y cuando le vieron, le rogaban que se fuese de sus términos.