¿Hasta cuándo?

No siempre el grito desesperado del Apocalipsis cruza mi mente, pero cuando lo hace, retumba como un trueno.

Muchos otros se identifican mejor con este clamor, pues están hartos de la injusticia y la miseria, de la violencia y el desamor.

Pero agradezco a Dios estos momentos de desazón y desesperanza cuando puedo unirme al coro de mártires de todos los siglos y preguntar: ¿hasta cuándo?

¿Hasta cuándo, Señor? ¿Hasta cuándo? Y elevo mis ojos al cielo y repito el clamor que arde en mi pecho: Ven, ya ven. No tardes. Venga tu reino.

Y luego, en medio de las lágrimas, viene la rutina traicionera para arrancarme este momento de intimidad, y me sumo de nueva cuanta a la fiebre mundialista y a los quehaceres rutinarios.

No tengo la respuesta. No sé hasta cuándo. Pero no quiero olvidar. Y no quiero dejar de preguntar.


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