¡Cortale la Cabeza a Goliat!

Hebreos
12:1 Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, 12:2 puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios. 12:3 Considerad a aquel que sufrió tal contradicción de pecadores contra sí mismo, para que vuestro ánimo no se canse hasta desmayar. 12:4 Porque aún no habéis resistido hasta la sangre, combatiendo contra el pecado;

¿Cómo lidiar con el pecado que nos asedia aún después de mucha oración?
Por RC Sproul

Uno de los grandes clásicos cristianos es un folleto devocional escrito por Santo Tomás de Kempis llamado La Imitación de Cristo. En ese libro, él habla sobre la lucha que muchos cristianos tienen con los hábitos pecaminosos. Dice que la lucha por la santificación es amenudo tan difícil, y las victorias que alcanzamos parecen ser tan escasas y distanciadas, que aun en las vidas de los más grandes santos hubo pocos que fueron capaces de superar los patrones habituales.

Estamos hablando de gente que comía en exceso y tenía estos tipos de tentaciones, no aquellos que están esclavizados a pecados groseros y atroces. Ahora, las palabras de Tomás de Kempis no son la sagrada

Escritura, pero nos transmiten la sabiduría de la vida de un gran santo.El autor de Hebreos dice que somos llamados a resistir el pecado que tan fácilmente nos asedia, y se nos amonesta y exhorta simplemente a esforzarnos más para vencer estos pecados.

Usted dice ¿Cómo escapo de estos focos de pecado contra los cuales luchamos tanto, y que sincera y honestamente deseamos no cometer? Si el deseo de no hacerlo es realmente honesto y penetra el corazón, tenemos el 90 por ciento del camino recorrido. De hecho, no deberíamos estar atrapados por ello.

La razón por la cual continuamos con estos focos de pecados repetidos es porque tenemos un deseo sincero de continuar en ellos, no porque tengamos un sincero deseo de detenerlos. Me pregunto cuán honestamente nos comprometemos a abandonarlos. En nosotros hay una tendencia a auto engañarnos con respecto a esto cada vez que acogemos un pecado mascota. Debemos enfrentar el hecho de que cometemos el pecado porque queremos cometerlo más de lo que queremos obedecer a Cristo en ese momento.

Eso no significa que no tengamos deseos de escapar de él, pero el nivel de nuestro deseo oscila. Es fácil ponerse a dieta luego de un banquete, pero es difícil permanecer en la dieta no habiendo comido en todo el día. Eso es lo que sucede particularmente con los pecados habituales que involucran apetitos físicos o sensuales. Los altibajos del deseo aumentan y disminuyen. Se incrementan y se desvanecen.

Nuestra resolución de arrepentirnos es grande cuando nuestros apetitos han sido satisfechos, pero cuando no lo han sido, experimentamos una atracción creciente a practicar aquello en lo cual consisten estos pecados particulares. Creo que lo que tenemos que hacer es, en primer lugar, ser honestos sobre el hecho de que en verdad tenemos un conflicto de intereses entre lo que queremos hacer y lo que Dios quiere que hagamos.

Creo que tenemos que alimentar nuestras almas con la Palabra de Dios para que podamos tener claro en nuestra mente lo que Dios quiere que hagamos y así construir un fuerte deseo de obedecer.


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