¿Cual tendría que ser la forma de comunión que debiera existir entre las iglesias, para cumplir con el modelo bíblico?


Esta es una pregunta muy interesante, especialmente para estos tiempos de tanta confusión y sectarismo, donde cada iglesia se ha preocupado solamente de extender los dominios de sus propios “feudos”.
El Señor nos advirtió que estos últimos tiempos serían tiempos peligrosos (2Tm.3: 1-5), porque se levantarían en el liderazgo de las iglesias hombres impíos, avaros, vanagloriosos y amadores de sí mismos.
En cuanto a la realidad del día de hoy, puedo referirme con conocimiento de causa especialmente de lo que sucede en Australia, Gran Bretaña, EE.UU. y Sudamérica, que es lo que más conozco.
Aquí en Australia las organizaciones que más predominan son las que se denominan “Hnos. libres” y los Bautistas, aunque también existen pero en menor cantidad, los “Hnos. Exclusivos”. Luego continúa toda la diversidad de denominaciones que integran este gran abanico de barreras humanas, que el hombre ha levantado para demarcar sus dominios.
Cada una de estas organizaciones tiene una gran cantidad de iglesias locales, especialmente en las ciudades grandes, pero es muy difícil encontrar dos o tres iglesias de la misma ciudad que mantengan comunión las unas con las otras. Existe una rivalidad entre ellas, que es muy difícil de comprender en aquellos que profesan una misma doctrina y obedecen a una misma sede central.
Lamentablemente este divisionismo y el liberalismo que se ha apoderado de las mayorías, está sepultando a las iglesias más conservadoras. Cada vez son más los locales que quedan abandonados por falta de personas que concurran a sus reuniones. En un rápido viaje que realicé a través del país, pude tomar fotos de locales de iglesias que ahora se arriendan o simplemente los han vendido para otras actividades. Pude ser testigo de ex-locales de iglesias que ahora son: Salones de baile, bingo, karate, supermercados, bancos, restaurantes y hasta bares públicos (pub).
Para contestar a su pregunta sobre cual es el modelo bíblico para mantener una comunión real con otras iglesias locales, debemos aclarar en primera instancia qué define la Biblia por iglesia local.
Dios establece en Su Palabra que una iglesia local puede estar constituida por dos o tres hermanos, pero con el Señor en medio de ellos (Mt.18: 20), esto es reconocido por todos. Roma ha pretendido establecer un principio legislativo en los países que tiene influencia en el gobierno, que el número mínimo para ser reconocido como iglesia sea una suma muy por sobre esa cantidad, barajaron cifras desde 10mil a 3mil, a lo cual las iglesias evangélicas se han opuesto tenazmente argumentado que el Señor dice que el número mínimo es de dos o tres hermanos.
Pero lo curioso es que estos mismos que razonan en forma acertada conforme a las Sagradas Escrituras ante las embestidas de Roma, cuando tienen que referirse a sus propias organizaciones, señalan a las que son de un número tan pequeño, como “células”, palabra que no figura en ninguna parte de la Biblia. Incluso los estatutos bautistas establecen que el número mínimo para constituir una iglesia local, deben ser diez hermanos.
El Señor ha declarado en su infalible Palabra que el número mínimo para constituir una iglesia local, debe ser de dos o tres hermanos, pero con su Santa Persona en medio de ellos. Esto implica un sometimiento y reconocimiento a Su Señorío para ordenar en Su casa. Solamente Él debe mandar en ese lugar entre los hermanos que se congregan en Su Nombre.
Cuando un número mínimo de hermanos han encontrado que la voluntad del Señor es colocar Su Nombre en ese lugar, y en obediencia a esa voluntad reconocida después de mucha oración han decidido cumplir con ese mandato divino, siendo ellos bautizados como el Señor lo ordenó: Mt.28:19 “en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”, habiendo establecido las cuatro actividades de una iglesia conforme al diseño bíblico (Hch.2: 42 perseverar en la doctrina, la comunión los unos con los otros, la Cena del Señor y las oraciones), entonces pasan a constituirse en iglesia local de acuerdo al modelo establecido por el Señor en Su Palabra. La iglesia la forman los hermanos, no el local.
La historia de la iglesia apostólica registrada en la Biblia para nuestra enseñanza establece que cuando se convertían, se reunían en las casas.
Rm.16: 5 “Saludad también a la iglesia de su casa”.
Col.4: 15 “Saludad a Ninfas y a la iglesia que está en su casa”.
Flm.2 “Arquito y a la iglesia que está en su casa”.
Cuando nace la iglesia con el descenso del Espíritu Santo, luego de la predicación de los apóstoles en el día de Pentecostés, dice la Palabra que se convirtieron como tres mil personas. ¿Dónde se reunían todos esos hermanos? Dice en el mismo pasaje que lo hacían en las casas. Naturalmente que no podía reunirse toda esa enorme cantidad de creyentes en una sola casa, para lo cual debieron de congregarse en diferentes hogares, pero continuaba siendo una sola iglesia de Jerusalén.
Aún después de varios años, cuando el apóstol Pablo se reunió con los otros apóstoles en Jerusalén para aclarar algunos puntos del cristianismo, dice en Hch.15: 4 “Y llegados a Jerusalén, fueron recibidos por LA iglesia”. Aunque existían quizás cientos de iglesias locales en esa ciudad, continuaba siendo una sola, “la iglesia de Jerusalén”.
A la luz de la Palabra de Dios, podemos ver que el Señor siempre tuvo en mente una iglesia local pequeña. Su tamaño quedó determinado por la obediencia a Su mandato de participar a Su Cena con UNA sola copa, y UN solo pan (1Cor.10: 16-17). Cuando una congregación no puede celebrar la Cena del Señor como Él ha dispuesto, con una sola copa, es porque ha sobrepasado el número establecido por Dios.
El ejemplo bíblico determina que a pesar de ser una gran cantidad de pequeñas iglesias locales que se reunían en una misma ciudad, todas ellas tenían una comunión tan estrecha, que se consideraban una sola. ¿Cómo fue posible esta maravilla que en el día de hoy nos parece imposible?
Simplemente porque el Señor estaba en medio de cada una de ellas, y en todas era el Señor quien mandaba por medio de Su Palabra y la dirección del Espíritu Santo. No existían organizaciones humanas que las cohesionaran, ni sede central que fuera su cabeza terrenal, se congregaban solamente alrededor de Su Palabra y solamente a ella decían Amén.
La comunión que existía entre las iglesias locales era posible únicamente a través de la obediencia, sumisión, fidelidad y compromiso que cada una de ellas tenía, no con denominación alguna, sino que en forma exclusiva y directamente con Su Señor. Eso es lo que falta en el día de hoy, obedecer primeramente al Señor antes que a los hombres.
Pero como se maneja poder y dinero, cada uno hoy está velando por aumentar las fronteras de sus “feudos” sin interesarse en mantener la cohesión del cuerpo de Cristo, que es Su iglesia.
El Señor se refiere en la Biblia a SU iglesia, porque Él fue quien la compró al precio de Su propia sangre. Sin embargo los hombres hablan livianamente en nuestros días de “mí” iglesia, y los líderes también la definen como “su” iglesia. Se han apropiado indebidamente de lo que no les corresponde. El único dueño es el Señor, todos los demás son usurpadores.
Pero gracias sean dadas a Dios que el Señor siempre, en todas las edades y en todos los tiempos se ha guardado un remanente fiel que no ha doblado sus rodillas delante de Baal. Siempre han existido hermanos fieles que se han congregado en las casas como los primeros cristianos, y se han sometido únicamente a las ordenanzas de Su Señor.
He visitado varios países y en todos ellos he podido conocer a hermanos que se congregan, no al nombre de una organización, sino que exclusivamente en el Nombre del Señor Jesucristo en sus propias casas, celebran la Cena del Señor con la sencillez indicada en la Biblia, con un pan y una copa, bautizan por inmersión a los nuevos creyentes como el Señor lo ordenó: En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. No tienen otros estatutos aparte de la Biblia ni sede central aquí en la tierra, porque su única Cabeza es el Señor (Ef.5: 23), quien los gobierna a través de Su Palabra y la dirección del Espíritu Santo.
La única comunión real y verdadera que nos enseña la Biblia, es a través de la obediencia completa y exclusiva a Su Palabra. Los pactos y alianzas ecuménicas son uniones tan frágiles, como lo es el hierro con el barro, porque éstos siempre se establecen bajo compromisos, aunque sea en forma tácita, de no hablar sobre temas que puedan “ofender” a los otros, sacrificando la verdad de Dios.




Por Jack Fleming
http://www.estudiosmaranatha.com/faq/faq68.html

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