Los jóvenes gastamos una increíble cantidad de energía por asegurar el futuro durante el presente o en lo contrario: disfrutar el presente (lo que sea que «disfrutar» signifique) ante lo incierto del futuro. Desenfocándonos de las cosas que realmente tienen importancia aquí y ahora, de esas la más importantes Dios. Si tan solo tuviésemos adultos maduros, es decir: sin prejuicios, que tengan la paciencia de levantarnos y vernos caer y levantarnos mientras nos pasan la antorcha, todo este juego de presente y futuro y presente y volver al futuro fuese diferente.
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