El que grita MalditoMundo no sale, no se refugia con otros que piensan como él(ella) en pequeñas comunidades utópicas que tratan de mimetizar lo que piensan es el mundo perfecto, sino que paga el precio de enfrentarse al mundo en el que está y al que está opuesto.
«¿Cómo vivo aquí y ahora?» es la pregunta que se hace. Vive para responderla, porque no se puede responder solo con propuestas teóricas, debe aplicársela a sí mismo todo el tiempo. Lucha porque sabe que nadar en contra la corriente es más difícil que dejarse llevar por ella. Sufre porque somos pocos, muy pocos, pero sabe que la cantidad y el exagerar los números es parte del pasado, del MalditoMundo, que mide sus éxitos y logros por cuán largo, grande y monstruoso es el asunto. Así que, parte de aplicar esto es saber que el tamaño del asunto es irrelevante, y que ahora mismo somos invisibles, como una bacteria, como un virus, y nuestro peligro radica en eso, en que vivimos en medio del MalditoMundo pero él no sabe (y si sabe no le interesa) que estamos aquí.
La iglesia es llamada a eso, a hacerse la pregunta: «¿Cómo Vivo Aquí?», pero como institución anima a sus miembros en cuestiones de cómo formar parte del MalditoMundo, incluso sus mensajes tienen más que ver con cómo somos efectivos viviendo en el mundo usando los métodos del mundo. Hemos perdido la parte subversiva que heredamos de Jesús. La forma en que vivimos es: TENEMOS UNA SOLA VIDA Y VAMOS A HACER LO QUE PODAMOS MIENTRAS PODAMOS PARA LOGRAR PERMANENCIA. ¿Debe la iglesia animar esa forma de pensar?
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