JUAN 20. EL MINISTERIO PÚBLICO DE JESÚS 13

1 Tiempo después, Jesús regresó a la ciudad de Jerusalén para asistir a una fiesta de los judíos.2 En Jerusalén, cerca de la entrada llamada «Portón de las Ovejas», había una piscina con cinco entradas que en hebreo se llamaba Betzatá.3-4 Allí se encontraban muchos enfermos acostados en el suelo: ciegos, cojos y paralíticos.5 Entre ellos había un hombre que desde hacía treinta y ocho años estaba enfermo.6 Cuando Jesús lo vio allí acostado, y se enteró de cuánto tenía de estar enfermo, le preguntó:

–¿Quieres que Dios te sane?

7 El enfermo contestó:

–Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando el agua se remueve. Cada vez que trato de meterme, alguien lo hace primero.

8 Jesús le dijo:

–Levántate, alza tu camilla y camina.

9 En ese momento el hombre quedó sano, alzó su camilla y comenzó a caminar.


Es un pasaje bien conocido y que sigue la misma pauta que muchos otros similares en que vemos a Jesús compadeciéndose ante la situación de necesidad de un ser humano. Esto, en sí mismo, es todo un motivo de ejemplo, motivación y desafío para cualquier creyente que no puede pasar por el mundo sin ser consciente de las realidades de tanta y tanta gente en necesidad.

Pero, lo que más me ha llamado la atención e impactado son las palabras patéticas de aquel paralítico, Señor, no tengo a nadie. Este hombre y sus palabras son el reflejo de la realidad de tanta y tanta gente en nuestro mundo que están en terrible o tremenda necesidad a todos los niveles, pueden ser necesidades espirituales, emocionales, físicas, intelectuales, materiales y un largo etcétera y ante las cuales los que nos llamamos seguidores de Jesús no podemos hacernos los desentendidos y pretender que nada sucede o que ni siquiera tiene que ver con nosotros.

Un principio

¿Qué vamos a hacer ante la realidad de tantos que no tienen a nadie?


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