Mirar más allá requiere esfuerzo, pero es precisamente lo que se necesita si queremos ponernos al mismo nivel de la gente, es mucho más que «habilidad para socializar», es más… En la Biblia hay esta historia donde un eunuco etiope esta leyendo un pasaje, Felipe (uno de los diáconos de esta nueva cosa llamada iglesia de Cristo) lo escucha y le pregunta: «¿Entiendes lo que lees?«, a lo que el etiope responde: «¿Cómo voy a entender si nadie me explica?» En nuestra estúpida forma de leer la Biblia creemos que nadie le explica porque este tipo no va a escuela bíblica o porque llegó tarde a la sinagoga. Pero la verdad detrás de la historia es que por ser eunuco (hombres a quienes se les cortaban los testículos para que pudiesen servir entre mujeres de gente poderosa sin sentir atracción por ellas) no podía entrar a la parte de la congregación donde se enseñaba (Deuteronomio 23:1: «No podrá entrar en la asamblea del Señor ningún hombre que tenga magullados los testículos o mutilado el pene.») y quizás compartían la parte del templo con las mujeres y extranjeros (y no había bocinas ni pantallas de circuito cerrado para ellos). Felipe quizás se dió cuenta que era eunuco por su voz (los hombres castrados suelen tener voz fina, como de mujer), pero atravesó las barreras legales de su judaísmo, se sentó con este hombre y le explicó. Lo demás es historia (Hechos 8).
En la cultura del Reino de Dios el amor sobrepasa las leyes, las tradiciones, las obligaciones religiosas. El amor va más allá y mira más allá de lo físico y sus limitaciones, más allá de lo tribal, de lo que nos distingue exteriormente, se sienta en el carro con nosotros hasta que pidamos ser bautizados.
Ponerte al mismo nivel de la gente: Un grito subversivo a las formas del «Maldito Mundo».
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