Pureza Sexual … CUANDO LA MASCARA SE CAE

Saludos nuevamente a todos ustedes que defienden día a día su pureza sexual

La lujuria sexual nos enmascara.  Vivimos una vida disfrazada, llena de apariencias, incapaces de alcanzar las metas y propósitos que Dios diseñó para nosotros.  Ante los ojos de la gente, somos personas íntegras y serias, personas que podemos ser modelo de buenos principios.  La realidad es que hemos perfeccionado la habilidad de aparentar lo que no somos.  Como expertos ilusionistas, engañamos al ojo humano viviendo vidas llenas de oscuridad y falsedad.

Atemorizados por el miedo a ser descubiertos, ser juzgados, ser sentenciados y ser condenados a morir en soledad, nos ponemos una máscara que esconde nuestro verdadero rostro.  Somo personas atadas a la lujuria sexual, esclavos dominados por el sexo, por nuestras pasiones carnales, por un líbido que nunca deja de asediarnos.  La máscara nos dio una falsa seguridad.  No tendríamos que enfrentar nuestra atadura, mientras que ella estuviese escondida.  No tendríamos que escoger entre vivir una vida pura y una atada a la lujuria sexual, si pretendíamos amar a la pureza, cuando en verdad nos vendíamos a los placeres sexuales en secreto.

Así fue la vida de un hombre que conocí hace tiempo y que vi morir.  Su buen disfraz de honestidad lo perfeccionó desde su juventud cuando se dio cuenta que las cadenas de la lujuria sexual arropan a muchas vidas que se encuentran atadas al sexo en secreto.  Como joven profesional, cosechó grandes éxitos económicos y laborales.  Era visto como un triunfador de su generación, como un joven que había podido alcanzar en poco tiempo lo que  muchos sólo podían atreverse a soñar como meta para toda una vida.  El dinero fluyó como torrentes de agua.  Y con el dinero, se abrieron las puertas de todo antojo material que pudiera seducir al ojo humano y también a la carne que siempre va a querer más y más.

Ahí tuvo la primera lección que la Universidad no le enseñó: Es mucho más fácil para el hombre enfrentarse y manejar el fracaso que el éxito.  Es mucho más fácil para el hombre manejar la escasez que la abundancia.  Y en medio de un éxito que no entendía y arropado por una abundancia que embriagaba, este hombre fue perdiéndose, poco a poco, en el laberinto de toda seducción.  Con el dinero, su carne pedía y pedía: alcohol, mujeres, sensualidad, erotismo, lujos innecesarios y apetitos desmedidos.

Desnudo de Dios, sin protección espiritual para enfrentar a enemigos superiores a aquellos que caminaron por esta tierra, este hombre no tenía probabilidades de sobrevivir.  Destruido, buscó de Dios en la iglesia, pero no entendía que Dios era mucho más que una religión.  No entendía que nada te servirá en una iglesia si no conoces y tienes una relación de amor, íntima con el Señor.

Así que decidió ver a la iglesia como una comunidad de gentes, con objetivos parecidos, con luchas similares, pero que siguen siendo un club de personas que aparentan y se disfrazan.  Para conseguir el favor de esta comunidad, siguió poniéndose su máscara de hombre puro e íntegro, pero con una vida llena de lujuria sexual.  La máscara funcionaba.  El disfraz era eficaz; la gente no se imaginaba la persona que este hombre realmente era.

Entonces, con el paso de los años, cuando sus mentiras eran tantas que ahogaban el alma del más mentiroso, este hombre llegó a la encrucijada más importante de su vida:  Se había cansado de mentir.  Su vida enmascarada ya no le hacía sentir aceptado; sus mentiras eran insoportables.  Así, un día, este hombre escuchó la voz de Dios, quien le dijo:  ”Hijo mío, ¿de qué te vale haber engañado a toda la comunidad de Mi iglesia, cuando a Mí, no puedes engañarme?  ¿De qué te vale haber recibido el voto de favor de todos los miembros de Mi comunidad con tu disfraz, si no tienes Mi voto?  Acá arriba, cuando vengas, llegarás desnudo.  La máscara que utilizaste para disfrazar tu apariencia se habrá quedado atrás; tendrás que llegar con tu propia cara, al descubierto y Yo la veré tal cual es.”

En ese día, la máscara de aquel hombre cayó al suelo y al confesar su verdadera vida atado a la lujuria sexual, murió.  Sí murió aquel hombre viejo, disfrazado, para darle paso a un nuevo hombre, transparente y limpio, lleno de una vida pura.  Ese hombre fui yo.  Ese hombre también lo puedes ser tú, si te atreves a dejar que tu máscara caiga al suelo.

No te preocupes.  Dios conoce tu rostro.  No engañas a nadie que pueda tener impacto en tu eternidad.  Deja que Dios te vea en tu debilidad, en la vulnerabilidad de tus cadenas, porque sólo así podrá El sanarte y liberarte.  ¡Yo pido eso para tu vida!

Un abrazo,

Edwin Bello

Fundador

Pureza Sexual…  ¡Riega  la  Voz!


PD: Escucha el audio testimonio de Edwin Bello de cómo pudo vencer a la lujuria sexual.  Presiona pureza sexual para acceder.


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