Estas definiciones de «mediocridad» y «excelencia», más el apoyo de gran parte del liderazgo cristiano me recuerda que en un antiguo post decía:
En «orgía» me reuno para satisfacer mis necesidades personales, entrar en éxtasis, mis emociones. En liturgia construyo puentes con otros, es un trabajo laborioso (¿sería una redundancia?), pero vale la pena. ¿Tú entiendes? ¿Lucharemos mucho para que un grupo de gente entienda esto y se reuna con «un mismo espíritu y una misma mente?»
Mucho de lo que vemos hoy en día tiene que ver con que la «orgía», el complacerme a mi mismo, el «hacerme un nombre», es la pauta. Y obviamente en orgía hay que hacer las cosas «excelentes», lo mediocre y lo ordinario no provoca orgasmo, «hay que variar». Pero es lo mismo que nos descalifica para señalar al mundo que debemos señalar, para servirles de pauta (aunque no nos miren, porque el que tenga ojos que vea…).
¿Cuándo vamos a hacerle caso a Cristo y renunciar al «yo» que crees ser?
Por eso yo (y el Perro) prefiero ser anónimo.
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