JUAN 82. ARRESTO Y MUERTE DE JESÙS 5


Juan 19:17-37

17 Jesús salió de allí cargando su propia cruz, y fue al lugar que en hebreo se llama Gólgota, que significa «Lugar de la Calavera».18 Allí clavaron a Jesús en la cruz. También crucificaron a otros dos hombres,

uno a cada lado de Jesús.

19-20 Pilato ordenó que escribieran un letrero que explicara por qué habían matado a Jesús. El letrero fue escrito en tres idiomas: hebreo, latín y griego; y decía: «Jesús de Nazaret, Rey de los judíos». Colocaron el letrero en la cruz, por encima de la cabeza de Jesús.

Como el lugar donde clavaron a Jesús estaba cerca de la ciudad, muchos judíos leyeron el letrero.21 Por eso los sacerdotes principales le dijeron a Pilato:

–No escribas: «Rey de los judíos». Más bien debes escribir: «Este hombre afirma ser el Rey de los judíos».

22 Pilato les dijo:

–Lo que he escrito así se queda.

23 Después de que los soldados romanos clavaron a Jesús en la cruz, recogieron su ropa y la partieron en cuatro pedazos, una para cada soldado. También tomaron el manto de Jesús, pero como era un tejido de una sola pieza y sin costuras,24 decidieron no romperlo sino echarlo a la suerte para ver a quien le tocaba. Así se cumplió lo que dice la Biblia:

«Se repartieron entre ellos mi ropa;

echaron suertes sobre mi manto».

25 Cerca de la cruz estaban María la madre de Jesús, María la esposa de Cleofás y tía de Jesús, y María Magdalena.26 Cuando Jesús vio a su madre junto al discípulo preferido, le dijo a ella: «Madre, ahí tienes a tu hijo».27 Después le dijo al discípulo: «Ahí tienes a tu madre». Desde ese momento, el discípulo llevó a María a su propia casa.

28 Jesús sabía que ya había hecho todo lo que Dios le había ordenado. Por eso, y para que se cumpliera lo que dice la Biblia, dijo: «Tengo sed».

29 Había allí un jarro lleno de vinagre. Entonces empaparon una esponja en el vinagre, la ataron a una rama, y la acercaron a la boca de Jesús.30 Él probó el vinagre y dijo: «Todo está cumplido». Luego inclinó su cabeza y murió.

31 Era viernes, y al día siguiente sería la fiesta de la Pascua. Los jefes judíos no querían que en el día sábado siguieran los tres hombres colgados en las cruces, porque ese sería un sábado muy especial. Por eso le pidieron a Pilato ordenar que se les quebraran las piernas a los tres hombres. Así los harían morir más rápido y podrían quitar los cuerpos.

32 Los soldados fueron y les quebraron las piernas a los dos que habían sido clavados junto a Jesús.33 Cuando llegaron a Jesús, se dieron cuenta de que ya había muerto. Por eso no le quebraron las piernas.

34 Sin embargo, uno de los soldados atravesó con una lanza el costado de Jesús, y en seguida salió sangre y agua.

35-37 Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que dice la Biblia: «No le quebrarán ningún hueso». En otra parte la Biblia también dice: «Mirarán al que atravesaron con una lanza».

El que dice esto, también vio lo que pasó, y sabe que todo esto es cierto. Él cuenta la verdad para que ustedes crean.

Al leer este pasaje tan conocido y tan leido de las Escrituras vino a mi mente la imagen de las tres cruces. Dos de ellas estaban ocupadas por ladrones, criminales que merecían realmente aquello que estaban experimentando. La tercera, la del centro, estaba ocupada por Jesús, un inocente, alguien que moría sin culpa propia por la culpa de otros.

Al leer pensaba que esa tercera cruz es la que me correspondía a mí. Yo tenía que ocuparla para pagar por tanta y tanta muerte cometida, tantos y tantos pecados que han contribuido a que este mundo no sea lo que Dios pensó, sino un mundo roto y lleno de dolor y sufrimiento. Tantos pecados de acción y, aveces, los peores, lo de omisión, aquellos que abortaron lo que pudo ser y debido a mi falta de acción ya nunca más será pero que pudo aliviar, mejorar, evitar el sufrimiento de otros.

Las tres cruces son, al menos para mí, el recordatorio de mi propia maldad y de que alguien, en este caso el mismo Dios hecho hombre en Jesús, tuvo que pagar para que yo no la ocupara.

Un principio

Una cruz ocupada por la persona equivocada.


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