JUAN 84. LA RESURRECCIÓN DE JESÚS 1

 1 El domingo muy temprano, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue a la tumba donde habían puesto a Jesús. Al acercarse, se dio cuenta de que habían movido la piedra que tapaba la entrada de la tumba.2 Entonces fue corriendo a donde estaban Simón Pedro y el discípulo favorito de Jesús, y les dijo: «¡Se han llevado de la tumba al Señor, y no sabemos dónde lo habrán puesto!»
   3-4 Pedro y el otro discípulo salieron corriendo hacia la tumba. El otro discípulo corrió más rápido que Pedro, y llegó primero.5 Se inclinó para ver dentro de la tumba, y vio las vendas, pero no entró.6 Al rato llegó Simón Pedro y entró en la tumba. También él vio las vendas,7 y vio además que la tela que había servido para envolver la cabeza de Jesús no estaba con las vendas, sino que la habían enrrollado y puesto aparte.8 Luego el otro discípulo entró en la tumba. Cuando vio lo que había pasado, creyó.9 Antes de eso, los discípulos no habían entendido lo que dice la Biblia acerca de que Jesús tenía que volver a vivir.10 Entonces Pedro y el otro discípulo regresaron a sus casas.

   

Jesús se aparece a María Magdalena

 11 María se quedó afuera de la tumba, llorando. Mientras lloraba, se inclinó para ver dentro de la tumba,12 y vio a dos ángeles vestidos de blanco. Estaban sentados, uno donde había estado la cabeza de Jesús y el otro donde habían estado sus pies.13 Los ángeles le preguntaron:
    –Mujer, ¿por qué estás llorando?

    Ella les respondió:

    –Porque alguien se ha llevado el cuerpo de mi Señor, y no sé dónde lo habrá puesto.

   14 Apenas dijo esto, volvió la cara y vio a Jesús allí, pero no sabía que era él.15 Jesús le dijo:

    –Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?

    María pensó que estaba hablando con el que cuidaba el jardín donde estaba la tumba. Por eso le dijo:

    –Señor, si usted se ha llevado el cuerpo que estaba en esta tumba, dígame dónde lo puso y yo iré a buscarlo.

   16 Jesús le dijo:

    –María.

    Ella se volvió y le dijo:

    –¡Maestro!

   17 Jesús le dijo:

    –No me detengas, pues todavía no he ido a reunirme con mi Padre. Pero ve y dile a mis discípulos que voy a reunirme con él, pues también es Padre de ustedes. Él es mi Dios, y también es Dios de ustedes.

   18 María Magdalena fue y les contó a los discípulos que había visto al Señor, y les contó todo lo que él había dicho.

La primera persona en acercarse al sepulcro es una mujer, del mismo modo que fueron mujeres las que quedaron al pie de la cruz en el momento de la agonía de Jesús. El primer testigo de la resurrección del Maestro es así mismo una mujer, María Magdalena, la primera en recibir de parte de Jesús resucitado el ministerio de ser un testigo de la resurreción y precisamente un testigo a los mismísimos discípulos. No deja de ser algo curioso cuando uno piensa en el bajísimo papel que tenía la mujer en los tiempos de Jesús. Entre otras muchas limitaciones no podía ejercer como testigo en una corte judicial ya que su testimonio carecía total y absolutamente de valor. Sin embargo, a pesar de ello, el Maestro intencionalmente escoge una mujer para semejante tarea.

Nada es casual, todo es intencional en la vida de Jesús y en lo registrado en los evangelios. Jesús escoge una mujer como escogió a otra, la samaritana, para ser la primera persona a quien decidió revelar que Él era el Mesías. ¿Qué aprendo de esto? Dios usa a quien Él desea usar, no a quien yo considero que debería usar, no a quien tienelas credenciales y el reconocimiento social y eclesiástico. Dios es soberano y acostumbra a ensalzar a los humildes y humillar a los arrogantes. Dios demuestra que no tiene que pedirnos permiso para actuar y no está limitado por mis prejuicios y limitada visión de las cosas.

Por tanto, quiero ser humilde. No quiero que me pase como a los discípulos, que no creyeron el testimonio de María. No quiero desconocer y desechar la obra de Dios simplemente porque no entra en mis parámetros.

Un principio.

Dios no tiene que pedirme permiso para actuar ni someterse a mis limitados prejuicios.


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