HECHOS 5. EL TESTIMONIO APOSTÓLICO EN JERUSALÉN 3

Hechos 2:29-41


29 »Queridos hermanos, ¡piensen en esto! Pueden estar seguros de que el patriarca David no se refería a sí mismo, porque él murió, fue enterrado y su tumba está todavía aquí entre nosotros; 30pero él era un profeta y sabía que Dios había prometido mediante un juramento que uno de los propios descendientes de David se sentaría en su trono. 31 David estaba mirando hacia el futuro y hablaba de la resurrección del Mesías. Él decía que Dios no lo dejaría entre los muertos ni permitiría que su cuerpo se pudriera en la tumba.

32 »Dios levantó a Jesús de los muertos y de esto todos nosotros somos testigos. 33 Ahora él ha sido exaltado al lugar de más alto honor en el cielo, a la derecha de Dios. Y el Padre, según lo había prometido, le dio el Espíritu Santo para que lo derramara sobre nosotros, tal como ustedes lo ven y lo oyen hoy. 34 Pues David nunca ascendió al cielo; sin embargo, dijo:

“El SEñOR dijo a mi Señor:
Siéntate en el lugar de honor a mi derecha,
35 hasta que humille a tus enemigos
y los ponga por debajo de tus pies’”
[h].

36 »Por lo tanto, que todos en Israel sepan sin lugar a dudas, que a este Jesús, a quien ustedes crucificaron, ¡Dios lo ha hecho tanto Señor como Mesías!».

37 Las palabras de Pedro traspasaron el corazón de ellos, quienes le dijeron a él y a los demás apóstoles:

—Hermanos, ¿qué debemos hacer?

38 Pedro contestó:

—Cada uno de ustedes debe arrepentirse de sus pecados y volver a Dios, y ser bautizado en el nombre de Jesucristo para el perdón de sus pecados. Entonces recibirán el regalo del Espíritu Santo. 39Esta promesa es para ustedes, para sus hijos e incluso para los gentiles,[i] es decir, para todos los que han sido llamados por el Señor nuestro Dios.

40 Entonces Pedro siguió predicando por largo rato, y les rogaba con insistencia a todos sus oyentes: «¡Sálvense de esta generación perversa!».

41 Los que creyeron lo que Pedro dijo fueron bautizados y sumados a la iglesia en ese mismo día, como tres mil en total.

Pedro continúa con su discurso-sermón-predicación y se mueve hacia el tema central, la persona de Jesús. Usa al rey David y hace mención de sus escritos de tono profético para llegar al punto culminante, Jesús ha sido declarado y constituido como Señor y Mesías por parte de Dios y esto exige una respuesta de parte de los oyentes, arrepentimiento.

Al leerlo hice una asociación en mi mente, que es la siguiente, Jesús es el Señor y esto me lleva a mí a plantearme la misma pregunta que se hicieron aquellos que escucharon al apóstol, es decir, ¿Qué debo hacer? La realidad del Señorío de Cristo qué conversión o conversiones está reclamando en mi vida.

¿Qué debo dejar de hacer? ¿Qué debo hacer o incorporar a mi vida? ¿Qué valores debo cambiar? ¿Qué hábitos debo desechar o, por el contrario, incorporar? ¿Qué prioridades han de ser diferentes? En definitiva, ¿Cómo mi estilo de vida ha de verse afectado?

Creo que la conclusión que he sacado de la lectura de este tan conocido pasaje de Hechos es la imposibilidad de llamar a Jesús Señor y que nada cambie en mi vida.

Un principio

Declarar a Jesús Señor implica la necesidad de cambio.

Una pregunta

Y tú ¿Qué cambios exige en tu vida el señorío de Jesús?


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