HECHOS 7. EL TESTIMONIO APOSTÓLICO EN JERUSALÉN 5

Hechos 3:1-11

1 Cierta tarde, Pedro y Juan fueron al templo para participar en el servicio de oración de las tres de la tarde. 2 Mientras se acercaban al templo, entraba siendo cargado un hombre cojo de nacimiento. Todos los días lo ponían junto a la puerta del templo, la que se llama Puerta Hermosa, para que pudiera pedir limosna a la gente que entraba. 3 Cuando el hombre vio que Pedro y Juan estaban por entrar, les pidió dinero.

4 Pedro y Juan lo miraron fijamente, y Pedro le dijo: «¡Míranos!». 5 El hombre lisiado los miró ansiosamente, esperando recibir un poco de dinero, 6 pero Pedro le dijo: «Yo no tengo plata ni oro para ti, pero te daré lo que tengo. En el nombre de Jesucristo de Nazaret,[a] ¡levántate y[b] camina!».

7 Entonces Pedro tomó al hombre lisiado de la mano derecha y lo ayudó a levantarse. Y, mientras lo hacía, al instante los pies y los tobillos del hombre fueron sanados y fortalecidos. 8 ¡Se levantó de un salto, se puso de pie y comenzó a caminar! Luego entró en el templo con ellos caminando, saltando y alabando a Dios.

9 Toda la gente lo vio caminar y lo oyó adorar a Dios. 10 Cuando se dieron cuenta de que él era el mendigo cojo que muchas veces habían visto junto a la Puerta Hermosa, ¡quedaron totalmente sorprendidos! 11 Llenos de asombro, salieron todos corriendo hacia el Pórtico de Salomón, donde estaba el hombre sujetando fuertemente a Pedro y a Juan.

Este pasaje narra el primer milagro, la curación de un cojo, llevado a cabo por los apóstoles. Un hombre que había nacido tullido y que toda su vida consistía en pedir limosna en la entrada al templo de Jerusalén. En una sociedad carente de sistemas de protección social la vida de estas personas era bien miserable.
Al leerlo pensaba que el encuentro fue fortuito y nada intencional. El pasaje indica que ser dejado en la puerta de acceso al recinto religioso era la rutina de cada día en la vida de aquel hombre. Es decir, que Pedro y Juan, habituales del templo, sin duda se habían encontrado con él en más de una ocasión ya que aquel hombre formaba parte del paisaje urbano.
Todo parece indicar que en esta ocasión ambos vieron al cojo con ojos diferentes. Lo vieron como una persona necesitada, en este caso de sanidad física, y decidieron actuar delante de ese caso de necesidad dando aquello que tenían, el poder de Jesús para sanar a las personas.
Nada más empezar a leer he visto que para mí este era el punto clave del pasaje. He pensado en la cantidad de personas, como aquel cojo, que hay a mi alrededor y que tienen necesidades sea físicas, emocionales, espirituales, intelectuales, sociales o de cualquier otro tipo. He pensado que pueden pasar por mi lado inadvertidos sin que yo sea consciente ni de ellos, ni de sus necesidades, ni de mi responsabilidad de hacer algo por ellos en el nombre de Jesús.
Tal vez el reto sea aprender a ver.
Un principio

Aprender a ver.

Una pregunta

¿Qué necesidades hay a nuestro alrededor que pasan inadvertidas?


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