HECHOS 21. EL EVANGELIO SE EXTIENDE POR JUDEA Y SAMARIA 2

Hechos 8: 9-25

9 Un hombre llamado Simón, quien por muchos años había sido hechicero allí, asombraba a la gente de Samaria y decía ser alguien importante. 10 Todos, desde el más pequeño hasta el más grande, a menudo se referían a él como «el Grande, el Poder de Dios». 11 Lo escuchaban con atención porque, por mucho tiempo, él los había maravillado con su magia.

12 Pero ahora la gente creyó el mensaje de Felipe sobre la Buena Noticia acerca del reino de Dios y del nombre de Jesucristo. Como resultado, se bautizaron muchos hombres y mujeres. 13 Luego el mismo Simón creyó y fue bautizado. Comenzó a seguir a Felipe a todos los lugares adonde él iba y estaba asombrado por las señales y los grandes milagros que Felipe hacía.

14 Cuando los apóstoles de Jerusalén oyeron que la gente de Samaria había aceptado el mensaje de Dios, enviaron a Pedro y a Juan allá. 15 En cuanto ellos llegaron, oraron por los nuevos creyentes para que recibieran el Espíritu Santo. 16 El Espíritu Santo todavía no había venido sobre ninguno de ellos porque sólo habían sido bautizados en el nombre del Señor Jesús. 17 Entonces Pedro y Juan impusieron sus manos sobre esos creyentes, y recibieron el Espíritu Santo.

18 Cuando Simón vio que el Espíritu se recibía cuando los apóstoles imponían sus manos sobre la gente, les ofreció dinero para comprar ese poder.

19 —Déjenme tener este poder también —exclamó—, para que, cuando yo imponga mis manos sobre las personas, ¡reciban el Espíritu Santo!

20 Pedro le respondió:

—¡Que tu dinero se destruya junto contigo por pensar que es posible comprar el don de Dios! 21 Tú no tienes parte ni derecho en esto porque tu corazón no es recto delante de Dios. 22 Arrepiéntete de tu maldad y ora al Señor. Tal vez él perdone tus malos pensamientos, 23 porque puedo ver que estás lleno de una profunda envidia y que el pecado te tiene cautivo.

24 —¡Oren al Señor por mí! —exclamó Simón—. ¡Qué no me sucedan estas cosas terribles que has dicho!

25 Después de dar testimonio y predicar la palabra del Señor en Samaria, Pedro y Juan regresaron a Jerusalén. Por el camino, se detuvieron en muchas aldeas samaritanas para predicar la Buena Noticia.
El evangelio llega a Samaria y se produce un impacto tremendo en la región que altera, para bien la vida de la gente. El pasaje habla de un tal Simón que, aunque no sabemos la naturaleza de su manera de vivir, se ganaba el sustento engañando al personal y que al ver la capacidad milagrosa de los apóstoles vio en ello un posible e increíble potencial de negocio.

Para mí la esencia del pasaje es que aquel hombre era un fraude en sí mismo. Engañaba a la gente con una apariencia que no era real, definitivamente al margen de lo que hiciera, él mismo era una mentira, un engaño.

Al leer el pasaje y buscar qué quería enseñarme Dios por medio del mismo he pensado si mi propia vida puede convertirse en un fraude, porque ¿no es un fraude cada vez que no reflejo de forma correcta el evangelio de Jesús? ¿No es un fraude cada vez que persigo mi propia agenda personal en vez de perseguir la del Reino? ¿No es una mentira mi vida cada vez que soy insensible a las necesidades de mi prójimo y, a pesar de todo, me continuo llamando seguidor de Jesús? Podría seguir y seguir haciéndome preguntas al respecto pero estas han servido para darme cuenta qué fácil puede resultar ser -no decir- una mentira.
Un principio

Nuestra vida puede convertirse -o ser- una mentira.

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