Honra a tu padre y a tu madre (Éx. 20:12)

Éxodo 20:12 Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días se alarguen en la tierra que Yavè tu Dios te da.

Si Dios consideró que en el primer lugar de las relaciones humanas debía estar el mandamiento de la familia, significa que le da una trascendencia capital, todo lo contrario de lo que ocurre en nuestra sociedad hoy cuando la institución familiar es atacada por muchos flancos, a pesar de que la Declaración Universal de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas, de 1948, diga que “la familia es la unidad fundamental de la sociedad”.


Honrar, significa valorar o tener respeto

El término honrar no tiene ningún secreto. Nuestros padres naturales deben ser respetados por el hecho de ser nuestros progenitores, no porque merezcan que les respetemos debido a sus valores, ya que incluso debemos honrarles aunque no sean un modelo a seguir.

Pablo enseñó lo mismo: “hijos, obedeced a vuestros padres en todo, porque esto agrada al Señor” (Col. 3:20). La obediencia de este mandamiento en el hogar tiene como objetivo aprender a valorar la vida de todo ser humano desde niños.

Honrar, significa obedecer
Los hijos debemos escuchar lo que tienen que decirnos nuestros progenitores. No porque tengan muchos más conocimientos que nosotros cuando llegamos a la edad adulta, sino porque hay una sabiduría que se gana con la edad y la experiencia que no debe ser despreciada.

Es bastante habitual que cada nueva generación piense que sus padres están desfasados y que no tienen que enseñarle nada a la generación más joven .Sin embargo, debemos considerar seriamente el consejo bíblico: “Oye, hijo mío, la instrucción de tu padre, y no desprecies la dirección de tu madre” (Pr. 1:8). Escuchar es honrar. No tenemos porque aceptar todo lo que nos dicen ni creerlo o seguirlo todo, pero escuchar y respetar es una forma de honrar a nuestros padres. El Señor trata con severidad la ruptura de este mandamiento.

Honrar, significa cuidar a los padres
En 1 Ti. 5:4, Pablo subraya otro aspecto a tener en cuenta. El modelo a seguir está claro: los padres tienen la obligación divina de cuidar de sus hijos, pero cuando los hijos son adultos, las cosas cambian y entonces son los hijos los que tienen la responsabilidad de cuidar a sus padres.

Estos dos aspectos del plan de Dios no podemos pasarlos por alto. Cuando somos jóvenes debemos honrar y valorar a nuestros padres por lo que son. Cuando son ancianos debemos honrarlos por su valor como personas hechas a la imagen de Dios. No se trata de devolverles los favores que nos han hecho en el pasado, porque esto sería practicar lo que un escritor llama “la ética de los establos de las carreras” en la que un caballo victorioso después de ganar muchas carreras se retira con honores, pero el que fracasa va a parar al matadero.

PAZ Y BIEN ¡¡¡


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