HERIDAS DE AMOR

El libro de proverbios nos dice algo que a muchos de nosotros nos cuesta asimilar… Se trata del amor a los amigos. Porque amar a alguien es no dejarlo como lo encontramos. Tomemos como ejemplo el Amor de Jesús. Nos encuentra en el fango, llenos de rencores, vicios, desviaciones y muchas cosas más, tan feas como el pecado. Después de limpiarnos con Su Sangre, empieza un trabajo tan arduo que cualquiera de nosotros nos cansaríamos a la primera intención… pero no Él. Por lo menos, conmigo, lleva treintipico de años cambiándome. Por dentro y por fuera. ¿Todo por qué? Simplemente porque me ama. Soy la prueba de su Amor incansable. Soy el testimonio de como debe amar un amigo. Él no descansará hasta verme mejorado cueste lo que cueste. Al fin y al cabo, Él tiene todo el tiempo del mundo. Pero no cejará en su intento… Porque es mi amigo. Y yo se lo agradezco muchísimo. Lo que la gente ve hoy no es el Carlos de hace años atrás. Su amistad me ha cambiado. Y lo sigue haciendo basado en el proverbio 27 que dice:   Leales son las heridas que causa el que ama, pero falsos los besos del que aborrece. Quizá sea un proverbio muy poco estimado. Porque nadie quiere ser lastimado. Nadie quiere ser herido. Nadie quiere ser confrontado. Preferimos nuestras viejas costumbres pero no queremos cambiar de hábitos. Aunque nos humillen, aunque nos hagan sentir miserables, aunque nos avergüencen nuestros malos actos preferimos quedarnos así… que no nos muevan nuestra alfombra por favor, no traten de cambiarme, así nací y así soy… si les gusto bueno, si no, vean qué hacen. Y punto.

El problema es que algunos hemos aprendido a amar como Jesús. No tan perfectamente como Él pero casi casi le llegamos. Es por eso que nos hacemos odiosos a algunos que no quieren ser amados de esa manera. Es decir, quieren ser amados pero que se les deje tal y como son. Sin cambios ni mejoras. Quieren ser amados pero que no se metan con sus intimidades. Que se les ame con sus rencores, amarguras y odios escondidos y que no traten de cambiarles. En el mundo dirían que se les dejen con sus demonios… ¡Triste! ¿verdad? Pero hay gente así. Sin embargo aún hay amigos que aman como Jesús. Todo porque no quieren dejarnos como nos encontraron. Mi esposa es un ejemplo vivo de eso. Me ha ayudado a cambiar cosas que nadie ha visto en público, solo ella. Y, antes que me avergüencen, mejor me las dice para no hacer el ridículo ante los demás y que me juzguen o me lastimen. Por eso la respeto y la admiro. Pero conozco gente que no quiere ser amada de esa manera. Y se van de nuestro lado porque se niegan a hacer los cambios necesarios para mejorar su carácter, su estatus matrimonial, su educación, sus costumbres y muchas otras cosas… Por eso Jesús, antes de ir a la Cruz, le advierte a su querido amigo: Simón, Simón, Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo; pero yo he rogado por ti, para que tu fe no falte

Cuanta falta hacen amigos de esa clase, ¿verdad?  Por eso hay que aceptar que el que nos ama, no nos dejará ir al abismo sin advertírnoslo. Aunque esas heridas nos duelan en la carne, será mejor llegar heridos al Trono del Padre y no llenos de besos al infierno… 

 

 

Comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.