METAMORFOSIS

Dice un refrán chino: La oruga llama muerte a lo que la mariposa llama vida.
Y es que, aunque no nos guste, y, aunque no seamos orugas ni mariposas, tenemos algo en común con este insecto. O permitimos que nuestra vida sufra metamorfosis, o nos convertimos en fósiles vivientes. La metamorfosis es necesaria para ir a otro nivel… Veamos: El gusano está en su capullo. Está tranquilo sin que nada ni nadie perturbe su vida. Mientras se encuentra en ese estado, la larva  vive sin temores. No hay nada que la tome por sorpresa. Su mundo es oscuro, sin horizonte ni aventuras… pero seguro… según él. Sin duda que si le preguntaran si le gustaría vivir eternamente en ese estado, respondería que sí. Si se le invitara a salir a otro mundo, indudablemente respondería que para qué, que allí, en estado larvario se encuentra bien, que para qué moverlo de su zona de confort, que para qué aventurarse a lo desconocido, a salir a un mundo que no conoce. Recordemos que su capullo ha sido todo su universo por varios meses. Todo lo que necesita para vivir está allí. Al alcance de su mano. El capullo es su alfombra de seguridad. No lo molesten. Déjenlo vivir cómodamente. No lo reten a nuevas aventuras. No lo expongan al escrutinio público. Su vida es la oscuridad.  Por favor, déjenlo vivir como larva…
Napoleón, viendo el mapa de China expresó: Aquí hay un gigante dormido. Déjenlo dormir.  No lo despierten. Cuando lo haga, transformará al mundo…
Llega el momento en que la naturaleza exige un cambio en la vida de la oruga… Y empieza un trabajo doloroso. Se retuerce de angustia. Algo brota dentro de la larva. No se explica qué está pasando pero su vida ha sido tocada por Alguien que exige un cambio. Su vida tranquila está siendo afectada por algo que se mueve en su interior. Su zona de confort está siendo afectada. Su alfombra de comodidad está siendo movida. La están cambiando. Ella se resiste pero esa Fuerza es superior a su voluntad. La oruga seguramente se queja en silencio por ese inmenso dolor que significa lo que nunca esperó que sucediera en la tranquilidad de su capullo… Llegó la hora de la transformación… La metamorfosis ha empezado. Y nada ni nadie la detendrá, excepto ella misma. Pero tendrá que morirse y evitar llevar a cabo el final que ni ella misma se imagina…
Y nace la mariposa.  Sus alas cobran vida. Sus colores embellecen el ambiente. El capullo es cosa del pasado. Ahora se abre ante ella un horizonte ilimitado. El viento la obliga a volar. Ya no puede permanecer quieta. Ahora su vida ha sido elevada a otro nivel. Ya no pertenece al capullo estacionario. Ahora pertenece al mundo de los vivos. El capullo era una prisión, ahora está en libertad. Puede ir a donde le plazca. Ahora, lo que antes era una larva, se ha convertido en algo hermoso, algo precioso que participa del ecosistema del jardín donde se transformó. La mariposa ha salido al mundo y tiene el deber de llevar hasta los lugares más recónditos de la tierra su belleza, su brillantez,  sus patas para que polinicen las flores, ahora es útil, ahora sirve a un propósito, ahora tiene una misión qué cumplir…
Tristemente hay muchas larvas que se niegan a ir a otro nivel. Viven en sus capullos de rutina. En sus capullos de pobreza material, espiritual y financiera. El capullo de sus lóbregas vidas los mantienen prisioneros en la oscuridad. Se niegan a ver la luz. Se niegan a ser transformados para ser libres. Prefieren quedarse en sus capullos de miseria y pobreza. Se acostumbraron a vivir en su ecosistema miserable y mediocre. Son larvas que no viven con los demás. Prefieren la soledad de sus capullos. Allí nadie los molesta. Nadie los compara. A nadie le comparten sus colores ni sus hermosuras, tanto como sus defectos. Son larvas que se niegan a ser transformados para transformar otros mundos, para polinizar otras vidas. ¡Pobres larvas humanas! Se niegan a ser diferentes. Gozan la oscuridad de sus vidas porque no creen que hay otro nivel de vida…
Las mariposas, en cambio, se exponen a ser alimento para otros. No importa que el ecosistema exige que ellas sean vulnerables a sus depredadores naturales con tal de experimentar la libertad de volar, de ver otras zonas, de conocer otros ambientes, de que otros las vean y aprecien sus colores, la hermosura de sus alas y la forma y diseño de su cuerpo… No temen el escrutinio sobre ellas. No les da temor que las observen. No se asustan que las puedan cazar para clavarles un alfiler en el corazón y las conviertan en objetos de colección…
Yo prefiero la metamorfosis… ¿Y usted?

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