55- Dificultades 03

Tocar fondo, llegar hasta las profundidades del abismo donde nos golpeamos la cabeza o las nalgas (y déjame decirte que las dos cosas duelen mucho), perder el poco de dignidad que nos queda entonces resulta bien. Pero si resulta bien, ¿por qué lo queremos evitar? ¿no sería la constante perdida de nuestra «querida dignidad» lo que nos hace realmente dignos de recibir la ayuda de La Mano? Ciertamente, no somos dignos de la ayuda de la mano de Dios, es lo que la Biblia me dice. A pesar de que, sin ser dignos, Su Mano siempre está ahí, somos demasiado orgullosos (nos sentimos «la gran vaina» como decimos aquí) como para extender la nuestra y recibirla. Entonces, la dificultad, el dolor, nos hace: rendirnos.


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