Pureza Sexual … EJERCITANDO EL MÚSCULO DE LA PUREZA

Saludos nuevamente a todos ustedes que defienden día a día su pureza sexual

En la parte de abajo de la casa, el patio interior conectaba con un cuarto bien amplio donde mi padre guardaba las herramientas que usaba para su pasatiempo de carpintería.  Cuando llegué a la adolescencia, papi convirtió la mitad de ese cuarto en un pequeño gimnasio.  Allí puso una bicicleta estática y un banquillo para levantar pesas y hacer otros ejercicios.

Sobretodo, el levantamiento de pesas apasionaba a mi padre.  La razón residía en sus años de joven estudiante cuando practicó este deporte con excelencia hasta llegar a ser campeón universitario. Por esto, papi le tenía gran respeto a este deporte, a las normas de seguridad y a la consistencia en las rutinas de sus ejercicios.  Recuerdo que en una cartulina escribió los ejercicios que habríamos de hacer con las pesas cada día, detallando cuántas veces se haría cada ejercicio y sus “repeticiones”. También escribía en esta cartulina el progreso, medido en cómo iban aumentando las pesas y las repeticiones.

Al realizar cada ejercico, mi papá era un perfeccionista de la mecánica para levantar las pesas y si observaba algún error de mi parte al hacer los ejercicios, me corregía inmediatamente.  Por esto, recuerdo que cuando apenas comenzábamos, intentaba impulsar las pesas hacia arriba doblando mi cuerpo.  Otro error que cometía era levantar las pesas muy rápido para que el “momentum” me ayudara a completar las repeticiones.  Así fue que lo escuché por primera vez diciéndome:  “Hazlo lentamente.  Deja que el músculo trabaje.  Resiste el peso aunque te duela, para esforzar el músculo.”

Nunca me imaginé que aquellas palabras de mi padre regresaran a mi recuerdo para inspirarme a hablar sobre la pureza sexual y mis luchas en contra de la lujuria.  Pero así es la hermosa y perfecta voluntad de Dios, al abrirnos la puerta a experiencias para que después, seamos enriquecidos con ellas y podamos convertirnos en canal de bendición y herramienta para Su gloria.  Ahora, luego de regresar con mi recuerdo a aquel cuarto de herramientas convertido en un improvisado gimnasio, puedo compartir con ustedes –mis hermanos de lucha– unos principios fundamentales para alcanzar y mantener nuestra pureza sexual.

Lo primero que quiero compartirles es que la pureza sexual es un músculo que Dios nos ha dado a todos.  Nadie puede decir que nació marcado y diseñado para la lujuria.  Nadie puede decir que no puede alcanzar pureza sexual porque está “cableado” para vivir una vida sumergida en el pecado sexual.  Dios nos diseñó con la capacidad para vivir una vida pura, para que pudiéramos alcanzar su estándar de santidad.  No caigamos en la trampa mental de pensar que “no tenemos lo que se requiere” para alcanzar pureza sexual.  Esas son mentiras del enemigo y de la carne que por décadas me creí; que me mantuvieron en el conformismo; que usé como pretexto para seguir en la porqueriza de la lujuria sexual.

Ahora bien, sí tengo que aclarar que este músculo de la pureza sexual requiere trabajo, necesita ejercicio para ser desarrollado a su máximo potencial.  Al levantar pesas con mi papá, me percaté que el músculo sólo se desarrollará de manera saludable si somos dedicados y consistentes; si nos comprometemos a realizar la rutina de ejercicios según planificada.  Así, la primera recomendación de mi papá era: “Hazlo lentamente”.  ¿Por qué?  Porque necesitamos paciencia.  Tenemos que aceptar que nuestras conductas sexuales muchas veces se construyeron por años, por décadas.

No podemos pretender que con esfuerzos pequeños y con poca inversión de tiempo, lograremos vencer a la lujuria sexual.  Para destruir a la lujuria sexual y construir un nuevo cimiento de pureza para nuestras vidas, necesitaremos tiempo; necesitaremos trabajar el músculo de la pureza sexual lentamente.  No te impacientes.  No esperes ver resultados inmediatos y fáciles.  Porque los resultados que llegan fácilmente y de manera inmediata, así mismo se van.

En segundo lugar, mi papá me decía, “deja que el músculo trabaje”.  Esto habla de enfocarme en el músculo de la pureza sexual para que el esfuerzo del ejercicio recaiga sobre él.  Muchas veces trataba de hacer el ejercicio de un músculo particular, pero haciendo fuerza con otros músculos para “hacer trampa” y facilitarle el trabajo al músculo que tenía que ser esforzado.  Esa manera de hacer el ejercicio no causaba su propósito y resultaba en una pérdida de tiempo.  Igual pasa con nuestra búsqueda de pureza sexual.

Tenemos que reconocer que nuestro músculo de la pureza sexual necesita ser esforzado.  Tenemos que enfocar nuestros ejercicios de pureza en él.  ¿Qué es lo que tantas veces he visto? Hombres que después de comenzar su trabajo en el Ministerio, de iniciar su participación en las reuniones, de comenzar a trabajar con las Estrategias de Recuperación, se cansan y se quitan.  Ahí los vemos diciendo que van a trabajar más con el servicio en otros ministerios, que van a invertir tiempo en otros aspectos de su vida cristiana, o que van a trabajar por su cuenta…

No tengo problema con otros trabajos y esfuerzos individuales y en la iglesia.  Lo que pasa es que todos esos esfuerzos ya los practicamos por años y nos mantuvieron en una doble vida, en la mediocridad cristiana dentro de la iglesia, sin permitirnos alcanzar pureza verdadera.  Necesitamos ahora enfocarnos en nuestra pureza sexual, darnos una oportunidad real para que nuestro músculo de la pureza se desarrolle.  Sólo enfocándonos en el músculo de la pureza sexual, obtendremos los resultados que buscamos y podremos alcanzar una vida pura permanente.  Por esto, te pido que te enfoques en trabajar el músculo de la pureza con tu mejor esfuerzo y compromiso, sin desviarte ni a derecha ni a izquierda.

En tercer lugar, mi papá me decía, “resiste el peso aunque te duela, para esforzar el músculo”.  ¿Que es lo que mi padre me estaba diciendo?  El músculo de la pureza sexual no va a crecer y fortalecerse si no lo enfrentamos a la resistencia.  Resistiendo el peso, es que el músculo de la pureza sexual genera fuerzas y crece.  Como bien sabemos, este esfuerzo cuesta trabajo y duele.  Todo ejercicio que está generando buenos resultados en un músculo causará dolor.  El buen mensaje que recibimos con ese dolor es que el ejercicio se está haciendo bien y que está llegando a donde tiene que llegar.

Y te preguntarás, ¿cómo puedo causar resistencia al peso que estoy levantando para desarrollar el músculo de la pureza sexual?  En el gimnasio espiritual, resistencia habla de cómo vamos a enfrentar el peso de la tentación.  ¿Qué estoy diciendo?  ¡Que cuando resistimos la tentación del pecado sexual, entonces nuestro músculo de la pureza empieza a fortalecerse!  Lo que te quiero decir es que cuando resistimos la tentación, comenzamos a desarrollar dominio propio, temor de Dios, convicción de lo que no agrada a nuestro Padre, y esos ingredientes son los que nos permiten que el músculo de la pureza sexual se haga fuerte y saludable.

¿Qué es lo que ocurre cuando no ejercitamos el músculo de la pureza sexual mediante una sana resistencia?  Cuando no acostumbramos a nuestro músculo a resistir el peso, el músculo no crece, no se acostumbra a enfrentar ese peso.  Pasará lo mismo que pasa cuando vamos al gimnasio y, para impresionar a alguien allí, tomamos unas pesas exageradas, que no estamos acostumbrados a manejar. Cuando intentamos levantarlas, el músculo no puede resistirlo y las pesas hacen que nuestros brazos se caigan, para la risa de muchos.

¿Puedes ver lo que ocurriría en el gimnasio espiritual?  Por no estar acostumbrados al gran peso de la tentación sexual, nuestro músculo de la pureza estará débil, poco desarrollado o hasta distrofiado. Ante el peso sexual que no hemos aprendido a manejar, nuestro músculo de la pureza no resistirá y tendrá que ceder ante dicho peso, cayendo nuestros brazos espirituales en el pecado sexual.  Si no aprendemos a resistir el peso de la tentación sexual, seremos derrotados.

Entonces, me preguntarás: Pero ¿cómo puedo practicar “en el día a día” esa resistencia para desarrollar mi músculo de la pureza?  Lo que te puedo decir sobre esta singular palabra –”resistencia”– es que ella habla de negarle a la carne sus caprichos en el área de la sexualidad.  Un día, Dios me habló de esta palabra y me dijo: “Hijo mío, comienza tu resistencia con lo más sencillo, lo más fácil de enfrentar y construye tu pureza desde ahí hacia arriba…”  Pues así fue que lo comencé.  Primero me enfrenté a las tentaciones visuales de los anuncios comerciales en la televisión.

Cada vez que venía un anuncio con imágenes eróticas, decidía mirar en otra dirección.  Con cada decisión de ese tipo, mi músculo de la pureza crecía y cobraba fuerzas.  Poco a poco empecé a convencerme de que podía enfrentar y ganarle a esos anuncios, que podía resistir esa tentación.  Así fueron perdiendo fuerza en mi vida esos anuncios televisivos y la carne se tuvo que acostumbrar a que no la iba a complacer con esos caprichos visuales.

Luego vinieron las portadas de las revistas de farándula en las gasolineras.  Todas estas revistas han presentado por décadas a voluptuosas modelos y vedettes en poses seductoras y con poquísima ropa. Mis ojos siempre “se me iban corriendo” tras esas imágenes… La atadura era tal, que mi vista ya había adquirido y perfeccionado la costumbre automática de enfocar con un ojo a las revistas, mientras que con el otro ojo pagaba la gasolina y revisaba la vuelta.

Cuando decidí “resistir” a este ataque visual que me había esclavizado por años, comencé a prepararme desde que estaba llegando a la gasolinera, declarando que mis ojos no se iban a contaminar con esas portadas.  Lo declaraba una y mil veces antes de bajarme del carro hasta que llegaba a la puerta de la gasolinera.  Cuando entraba, la presión por mirar era tan poderosa que muchísimas veces, la resistencia me causaba tremendo dolor de cabeza.  Pero finalmente ocurrió.  La carne tuvo que acostumbrarse.  Las portadas de las revistas perdieron el poder.  El músculo de mi pureza se desarrolló y creció saludable hasta conquistar el peso de la tentación.

Ahora, por la gracia de Dios, mi músculo de la pureza sexual está preparado para enfrentar cualquier peso que la lujuria sexual se le ocurra proponer.  ¿Quiere decir esto que nunca caeré?  No necesariamente.  Muchas veces, el germen de la sobreconfianza –el creernos tan fuertes y capaces– es lo que nos hace caer aparatosamente.  Pero aún cuando caiga en esa sobreconfianza, estoy a tiempo para pedirle ayuda a Dios, a mi esposa, a alguno de los hombres de pacto que tengo, para no caer en el pecado sexual.

Porque también recuerdo aquellos momentos en el pequeño gimnasio de mi casa, cuando subestimé el peso de la barra y el peso resultó ser demasiado.  Al luchar para conquistar y balancear la barra que sostenía las pesas, escuchaba la voz de mi padre animándome para que no me diera por vencido. Pero, si al final de la lucha, la barra amenazaba con caerse y precipitarse sobre mí, la mano de mi padre nunca faltó para detenerla y ayudarme a vencer la carga…  Igual hace nuestro Padre celestial con nosotros, si le pedimos ayuda y lo hacemos nuestro aliado en cada lucha.

Hoy, te exhorto a que hagas lo mismo.  Lucha por desarrollar el músculo de tu pureza sexual. Comienza y enfócate en este proceso.  Métele ganas y compromiso.  No te rindas.  No te quites. Resiste el peso de la tentación sexual desde lo más fácil hasta lo más difícil.  Si la sobreconfianza te ataca, nunca olvides que nuestro Padre estará siempre a tu lado para darte la mano si tú se lo permites.  Ya verás cómo, poco a poco, la carne morirá a sus caprichos sexuales cuando se de cuenta que tu músculo de la pureza está fuerte y dispuesto a resistir cualquier peso de pecado que la lujuria sexual le envíe.

Fueron pocas las conversaciones de pureza sexual que tuve con mi padre, antes de que se fuera a morar con el Señor.  Más bien, estas conversaciones se dieron a manera de despedida, cuando Dios me inspiró a hablarle sobre el perdón por cualquier modelaje equivocado; que todo aquel pasado había sido cubierto y olvidado por la misericordia de Dios.

Hoy, recuerdo con agradecimiento aquella temporada cuando mi padre me enseñó a levantar pesas en aquel gimnasio improvisado de mi casa.  También le doy las gracias a mi otro Padre, el Eterno, por traer a mi memoria aquellas experiencias con otro fin.  Ahora, Dios me ha permitido compartir contigo las ideas que El me ha dado sobre el músculo de la pureza.  Pido a ese mismo Padre que te ayude a implementar estas enseñanzas para tu vida y que mediante el músculo de tu pureza saludable y bien desarrollado, puedas vencer a la lujuria sexual.  Si así lo haces, podrás plantar, una bandera de pureza permanente para ti y para los tuyos.  ¡Esa es mi oración para ti!  ¡Adelante, campeón!

Un abrazo,

Edwin Bello

Fundador

Pureza Sexual…  ¡Riega  la  Voz!


PD: Escucha el audio testimonio de Edwin Bello de cómo pudo vencer a la lujuria sexual.  Presiona pureza sexual para acceder.


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