ESPECIE EN PELIGRO DE EXTINCIÓN


Después de haber salido de la sala de parto, me transfirieron a una sala de recuperación y estando allí le dije a mi amiga Priscilla: “Pry, esto de la Cesárea es fantástico, no sentí nada. Ya tu sabes, cuando te toque, CESÁREA es la solución”. Ella súper contenta me siguió la corriente y se sorprendió al verme de tan buen ánimo.
No pasó ni media hora, cuando el efecto de la anestesia perdió su poder e hicieron su entrada triunfal un festival de dolores, que al parecer competían por el titulo mundial al mejor “MACHETAZO DEL AÑO”.

Las que han tenido la hermosa experiencia, saben de buena fuente los efectos de las primeras veinticuatro horas. No tenía fuerzas ni para cargar a la bebé. Pero lo peor del caso, fue cuando la enfermera me dijo: “Sandy, vamos a caminar”. Asumí de inmediato que se había equivocado de paciente, así que cual “Murmullo”, el personaje de las caricaturas Dick Tracy de los 70’s, con la poca fuerza que me quedaba y con los ojos entre abiertos le dije: “Disculpe, debe de haber un error, a mí me acaban de hacer una cesárea y de la cintura para abajo no existo”

Mis explicaciones le valieron “gorro” y para no alargarles la historia, la enfermera literalmente me cargó, llevando en sus brazos todo el peso de mi adolorido cuerpo.
Prácticamente se convirtió en mis muletas y con su valiosa ayuda logré caminar un pequeño pasillo, dando inicio a un proceso de mejoría.

Esta experiencia puede ser comparada a esos ángeles secretos, llamados “Buenos Amigos”, quienes son capaces de hacer lo que sea necesario por hacer nuestro peregrinaje hacia el Calvario menos doloroso. Son nuestras muletas cuando no podemos caminar, nuestros ojos cuando no podemos ver, nuestro refugio en la tormenta, nuestro respaldo espiritual cuando no tenemos fuerzas para orar, quien nos defiende a capa y espada de las críticas de los demás.

Los verdaderos amigos no necesitan hablar todos lo días, no se ofenden cuando discrepan en opiniones, no te condenan cuando se te olvida alguna fecha importante, no exponen tus debilidades frente a los demás, no se enchisman por disparates, no propagan como pólvora tus intimidades.

Como dijo Aristóteles: “La amistad es un alma que habla en dos cuerpos; un corazón que habita en dos almas”. .

Un amigo es aquel con quien puedes ser tu mismo, donde las apariencias, no tienen lugar.
Con quien puedes reír, llorar, patalear, estar de mal humor, hablar disparates, hablar temas de importancia y sentirte como en tu propia piel.

Bienaventurados, felices, prósperos, dichosos, dignos de ser envidiados, somos aquellos que tenemos la virtud de contar con esos agentes celestiales aquí en la tierra.
Una amistad verdadera, es conocida en medio del pantano y fortalecida a través de los lazos del amor, del dolor, del respeto, del perdón y la tolerancia.

Como puedes ver, ser amigo es un titulo de gran envergadura y responsabilidad.
Así, que talvez después de haber leído estas líneas, te toque depurar algunas relaciones en tu vida y poner a cada quien en la perspectiva correcta.

Cuando somos buenos amigos reflejamos el carácter de Dios en nuestras vidas.


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