HECHOS 60. EL MINISTERIO DE PABLO. EL TERCER VIAJE MISIONERO 10

HECHOS 21:17-36

17 Cuando llegamos, los hermanos de Jerusalén nos dieron una calurosa bienvenida.

18 Al día siguiente, Pablo fue con nosotros para encontrarnos con Santiago, y todos los ancianos de la iglesia de Jerusalén estaban presentes. 19 Después de saludarlos, Pablo dio un informe detallado de las cosas que Dios había realizado entre los gentiles mediante su ministerio.

20 Después de oírlo, alabaron a Dios. Luego dijeron: «Tú sabes, querido hermano, cuántos miles de judíos también han creído, y todos ellos siguen muy en serio la ley de Moisés; 21 pero se les ha dicho a los creyentes judíos de aquí, de Jerusalén, que tú enseñas a todos los judíos que viven entre los gentiles que abandonen la ley de Moisés. Ellos han oído que les enseñas que no circunciden a sus hijos ni que practiquen otras costumbres judías. 22 ¿Qué debemos hacer? Seguramente se van a enterar de tu llegada.

23 »Queremos que hagas lo siguiente: Hay entre nosotros cuatro hombres que han cumplido su voto;24 acompáñalos al templo y participa con ellos en la ceremonia de purificación, y paga tú los gastos para que se rapen la cabeza según el ritual judío. Entonces todos sabrán que los rumores son falsos y que tú mismo cumples las leyes judías.

25 »En cuanto a los creyentes gentiles, ellos deben hacer lo que ya les dijimos en una carta: abstenerse de comer alimentos ofrecidos a ídolos, de consumir sangre o la carne de animales estrangulados, y de la inmoralidad sexual».

26 Así que, al día siguiente, Pablo fue al templo con los otros hombres. Ya comenzado el ritual de purificación, anunció públicamente la fecha en que se cumpliría el tiempo de los votos y se ofrecerían sacrificios por cada uno de los hombres.

27 Cuando estaban por cumplirse los siete días del voto, unos judíos de la provincia de Asia vieron a Pablo en el templo e incitaron a una turba en su contra. Lo agarraron 28 mientras gritaban: «¡Hombres de Israel, ayúdennos! Este es el hombre que predica en contra de nuestro pueblo en todas partes y les dice a todos que desobedezcan las leyes judías. Habla en contra del templo, ¡y hasta profana este lugar santo llevando gentiles[d] adentro!». 29 (Pues más temprano ese mismo día lo habían visto en la ciudad con Trófimo, un gentil de Éfeso,[e] y supusieron que Pablo lo había llevado al templo).

30 Toda la ciudad fue estremecida por estas acusaciones y se desencadenó un gran disturbio. Agarraron a Pablo y lo arrastraron fuera del templo e inmediatamente cerraron las puertas detrás de él. 31 Cuando estaban a punto de matarlo, le llegó al comandante del regimiento romano la noticia de que toda Jerusalén estaba alborotada. 32 De inmediato el comandante llamó a sus soldados y oficiales[f]y corrió entre la multitud. Cuando la turba vio que venían el comandante y las tropas, dejaron de golpear a Pablo.

33 Luego el comandante lo arrestó y ordenó que lo sujetaran con dos cadenas. Le preguntó a la multitud quién era él y qué había hecho. 34 Unos gritaban una cosa, y otros otra. Como no pudo averiguar la verdad entre todo el alboroto y la confusión, ordenó que llevaran a Pablo a la fortaleza. 35Cuando Pablo llegó a las escaleras, la turba se puso tan violenta que los soldados tuvieron que levantarlo sobre sus hombros para protegerlo. 36 Y la multitud seguía gritando desde atrás: «¡Mátenlo! ¡Mátenlo!».


Pablo llega a Jerusalén y se entrevista con Santiago, el hermano carnal de Jesús, el Señor, y dirigente de la iglesia en Jerusalén. El viejo conflicto entre guardar la Ley de Moisés o no vuelve a surgir en la conversación entre ambos. Es una repetición de lo acontecido en el capítulo 15.

Santiago recomienda a Pablo que siga las tradiciones culturales judías para no provocar a ira a aquellos que, a pesar de ser seguidores de Jesús, todavía mantenían toda estructura cultural del judaísmo.

Pablo, a fin de mantener la paz dentro de la comunidad decide hacerlo con tan mala fortuna que toda la situación acaba con su arresto por parte de las autoridades judías como única manera de poder salvar su vida.

El fondo de la cuestión es la libertad del seguidor de Jesús para vivir su fe. Sigue pasando hoy en día en muchas de nuestras comunidades. Sigue habiendo personas que juzgan a otras porque consideran que «su forma» de vivir la fe es «la forma» y, consecuentemente, esperan que todos los demás mortales vivan del mismo modo. Lo contrario, intentar vivir tu fe como seguidor de Jesús haciendo uso de tu libertad, es considerado una ofensa y, a menudo, criticado y combatido. Poco ha cambiado el mundo desde entonces.

Vienen a mi mente las palabras de Jesús, no juzguéis para que no seáis juzgados.


Un principio

La libertad para seguir a Jesús

Una pregunta

¿Por qué juzgas a los demás?


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