Un tema escabroso donde siempre los hombres salimos mal parados, es tan natural pensar en “violencia domestica” y ver al papá golpeando a la mamá después de llegar a casa con tres camiones de alcohol encima a las 6 de la tarde del otro día. Lo triste del asunto es que es un hecho repetitivo, porque los niños que vivieron esta escena son a los que llaman violentos y mala conducta en el presente o en el futuro próximo. La edad adulta está enraizada en la niñez y muchas de las ideas que usted y yo tenemos hoy día provienen de nuestras primeras experiencias como niños.
Ciertamente, muchos de nosotros no hemos tenido que vivir estas historias pero nuestro trabajo, como el de Jesús, es sanar al enfermo, no al que está sano. Te sorprendería saber que en la actualidad hay gran cantidad de jóvenes que maduran hacía una hombría disfuncional debido a los recuerdos de muchachitos temblando en una esquina tratando de proteger a la madre de un hombre llamado padre. Hematomas en los ojos, pulmones rotos, espaldas machucadas, piernas sangrantes y cuerpos manoseados han dejado heridas profundas en las mentes de los niños hechos hombres; hombres que recuerdan más de lo que sus madres quieren hablar. Estos oscuros dramas están llenos de ambulancias, temerosas mentiras y pisos llenos de partes rotas manchados con lágrimas son los elementos de un ciclo sin fin de miseria en muchos hogares que no funcionan.
A Jesús no le importa lo que pasaste, le importas tú, está buscándote porque quiere hacer de ti el hombre de valor que Dios ha soñado que fueras. Aún con tu situación y tu pasado el te ama, aún con tus errores y pecados el se interesa por ti. Sanarte es su propósito, levantarte es su misión, establecerte es su obsesión; puede que no entiendas porque él hace esto, tú no se lo pediste, es más, piensas que Jesús es el primer culpable porque no intervino antes, pero estas equivocado, el salió en escena hace más de 2000 mil años, y ha estado actuando a favor tuyo mucho más de lo que tu le has permitido.
Dios le declaró la guerra a tu enemigo, ese que te impide salir caminando con la frente en alto, pero tienen que ser tus brazos, tus pies, tu boca y tu mente los que le den la estocada final, ya no para golpear a la gente que te ama o para salir corriendo de las personas que quieres, sino para mostrarles a ellas mismas que hay alguien mas poderoso que tú peleando en la batalla, uno que cuando guerrea nunca ha vivido la derrota.
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