SANTIAGO ESTUDIO 123. LA LENGUA

SANTIAGO 3:2-12

2 Todos cometemos muchos errores; ahora bien, si alguien no comete ningún error en lo que dice, es un hombre perfecto, capaz también de controlar todo su cuerpo. 3 Cuando ponemos freno en la boca a los caballos para que nos obedezcan, controlamos todo su cuerpo. 4 Y fíjense también en los barcos: aunque son tan grandes y los vientos que los empujan son fuertes, los pilotos, con un pequeño timón, los guían por donde quieren. 5 Lo mismo pasa con la lengua; es una parte muy pequeña del cuerpo, pero es capaz de grandes cosas. ¡Qué bosque tan grande puede quemarse por causa de un pequeño fuego! 6 Y la lengua es un fuego. Es un mundo de maldad puesto en nuestro cuerpo, que contamina a toda la persona. Está encendida por el infierno mismo, y a su vez hace arder todo el curso de la vida. 7 El hombre es capaz de dominar toda clase de fieras, de aves, de serpientes y de animales del mar, y los ha dominado; 8 pero nadie ha podido dominar la lengua. Es un mal que no se deja dominar y que está lleno de veneno mortal. 9 Con la lengua, lo mismo bendecimos a nuestro Señor y Padre, que maldecimos a los hombres creados por Dios a su propia imagen.[a] 10 De la misma boca salen bendiciones y maldiciones. Hermanos míos, esto no debe ser así. 11 De un mismo manantial no puede brotar a la vez agua dulce y agua amarga. 12 Así como una higuera no puede dar aceitunas ni una vid puede dar higos, tampoco, hermanos míos, puede dar agua dulce un manantial de agua salada.


Este pasaje está dedicado a la lengua, su poder y su uso. Sabiamente el autor indica que si alguien tiene la capacidad de controlar su propia lengua puede controlar todo su ser. Lo ilustra con el ejemplo de los caballos y los navíos que con una parte muy pequeña son dirigidos a pesar de su gran tamaño y fuerza.

La lengua puede tener un increíble poder para bendecir a otros. Podemos usar las palabras para expresar amor, aceptación, acogida, comprensión, consuelo, ánimo, exhortación, aliento, perdón y apoyo entre otras cosas. Todos nosotros hemos experimentado el poder sanador de una palabra dicha en el momento oportuno que ha sido un auténtico bálsamo para nuestra vida.

Igualmente la lengua puede tener un tremendo poder destructivo. Con las palabras podemos hacer mucho más daño que con una agresión física. Hay palabras que, como bien dice el libro de Proverbios, son como golpes de espada. No producirán efectos físicos pero pueden producir devastadores efectos emocionales y espirituales. Además, mientras que uno se puede recuperar con una aceptable rapidez de una agresión física, puede no suceder lo mismo con las agresiones verbales que pueden perdurar para siempre en nuestras mentes. Podríamos seguir hablando acerca del destructivo poder de la crítica, la mentira, la calumnia, los rumores, las verdades a medias y tantas y tantas armas de destrucción masiva al servicio de la lengua.

Sin duda somos responsables del uso que hacemos de nuestra lengua y, como agentes de restauración en este mundo roto, estamos llamados a usarla precisamente para eso, para restaurar.


Un principio

La lengua tiene un poder para bendecir y destruir.

Una pregunta

¿Bendices o destruyes?

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