«Lo que tiene no es suyo»

La prisión de la necesidad. Ha visto sus prisioneros. Tienen «necesidad». Siempre necesitan algo. Quieren algo más grande. Más hermoso. Más rápido. Más delgado. Necesitan.

No es mucho lo que necesitan. Sólo quieren una cosa. Un nuevo trabajo. Un nuevo automóvil. Una nueva casa. Una nueva esposa. No quieren mucho.

Sólo una cosa. Con sólo «una cosa» serán felices. Y tienen razón: serán felices. Cuando tengan «una cosa» saldrán de la prisión. Entonces sucede algo. El olor a casa nueva se desvanece. El nuevo empleo se envejece. Los vecinos compran un televisor más grande. La nueva esposa tiene malos hábitos. La chispa se esfuma, y antes que usted se dé cuenta, otro exconvicto quebranta su palabra y regresa a la prisión.

¿Está usted en la prisión?

Sí, si se siente mejor cuando tiene más y peor cuando tiene menos. Sí, si su gozo está a una entrega de distancia, a un traslado de distancia, a un premio de distancia o a una renovación de distancia. Si su felicidad procede de algo que deposita, conduce, bebe o come, reconózcalo:

«Usted está en una cárcel, la cárcel de la necesidad»

Esa es la mala noticia. La buena es que tiene una visita. Y su visita tiene un mensaje que puede darle la libertad. Vaya a la sala de visitas. Tome asiento, y vea al otro lado al salmista David. Le hace señas para que se incline hacia él.

«Tengo un secreto que contarte»

Susurra, «el secreto de la satisfacción:

“Jehová es mi pastor; nada me faltará” (Salmo 23.1)

David ha encontrado los pastos donde va a morir el descontento. Es como si dijera:

«Lo que tengo en Dios es más grande que lo que no tengo en la vida».

¿Piensa que podemos aprender a decir lo mismo?

Piense por un momento en lo que tiene. Piense en la casa que tiene, el dinero que ha ahorrado. Piense en las joyas que ha heredado y las acciones que ha transado y la ropa que ha adquirido. Vea todo lo que ha acumulado, y permítame recordarle dos verdades bíblicas.

«Lo que tiene no es suyo»

Pregúntele a cualquier médico forense. Pregúntele a cualquier embalsamador. Pregúntele a cualquier director de una funeraria. Nadie se lleva nada consigo. Cuando murió uno de los hombres más ricos de la historia, John D. Rockefeller, le preguntaron a su contador:

«¿Cuánto dejó John D?» la respuesta fue: «Todo».

«Como salió del vientre de su madre, desnudo, así vuelve, yéndose tal como vino; y nada tiene de su trabajo para llevar en su mano» (Eclesiastés 5.15).

De todo eso, nada es suyo.

¿Y sabes algo más acerca de todas esas cosas?

No son usted. Lo que usted es nada tiene que ver con la ropa que usa ni con el coche que conduce. Jesús dijo: «La vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee» (Lucas 12.15).

El cielo no lo conoce como el tipo del traje hermoso ni como la mujer de la casa grande ni el muchacho de la bicicleta nueva. El cielo conoce su corazón.

«Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón» (1 Samuel 16.7).

Cuando Dios piensa en usted, se fija en su compasión, su devoción, su ternura o ligereza de mente, pero no en sus cosas.

Y cuando usted piensa en usted mismo, no debiera hacerlo de otro modo. Si se define por las cosas que tiene, se sentirá bien cuando tiene mucho y mal cuando tiene poco. El contentamiento viene cuando sinceramente podemos decir con Pablo:

«He aprendido a contentarme cualquiera sea mi situación. Sé vivir humildemente y sé tener abundancia» (Filipenses 4.11–12).

Dios les Bendiga…..


Comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.