Y cuando no sé cómo expresarlo, allí está Madeleine:
«Existe una brecha que no permite que mis conocidos e incluso mis amigos me comprendan. Yo no puedo imaginar una vida sin libros o sin estudio o sin música o sin pinturas o sin una pasión. Y ellos, por el otro lado, no comprenden que tengo que escribir, o el porqué escribo. Cuando, por ejemplo, le digo a alguien que debo volver a casa para trabajar, ellos asumen que me refiero al quehacer de la casa o a planchar, no a escribir un libro. Se me permite cortésmente ser un escritor, pero no tomar el tiempo para perseguir mi llamado. Tampoco comprenden la importancia de la música, o porqué una hora con una sonata de Mozart en el piano no es tiempo perdido, sino de verdadero valor…»
Y cuando leo algo que me hace reflexionar, seguramente lo escribió Madeleine:
«Un amigo me advirtió cuando le dije que nos mudaríamos a provincia. Me dijo que no es bueno para el artista de ninguna disciplina vivir en aislamiento, lejos de otros artistas. Que el primer año amaríamos la provincia, pues todo sería nuevo y emocionante, la belleza del otoño, la primera nevada. Pero el artista necesita estar en la ciudad donde recibe la estimulación no solo de otros artistas sino de todo tipo de gente brillante y pensante. El artista se debe rodear de los estímulos de la ciudad».
Me haces pensar, Madeleine. Quizá visite la ciudad más seguido.
(Madeleine L’Engle, Two Part Invention).
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