Pureza Sexual … SANANDO LAS TRAICIONES DE LA LUJURIA

Saludos nuevamente a todos ustedes que defienden día a día su pureza sexual

Jesús le dijo por tercera vez: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas?” Pedro se entristeció porque era la tercera vez que Jesús le dijo: “¿Me amas?” Y le respondió: “Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te amo.”

Le servimos a un Dios que nos conoce como la palma de Su mano.  No hay espacio demasiado profundo en nuestro corazón que escape Su mirada.  No puede ser de otra manera, porque somos Sus criaturas.  Porque nuestro corazón fue diseñado por El; porque fue formado por Sus manos, y late al ritmo impartido por El.

Es por esto que el encuentro de Cristo con Pedro en la playa puede resultar extraño e incomprensible.  ¿Por qué Cristo le pregunta a Pedro la misma pregunta en tres ocasiones, una pregunta que el Señor conoce su respuesta?

Para entender esta conversación, tenemos que dar marcha atrás y remontarnos a aquella oscura noche, cuando la humanidad arrestó al Hijo de Dios para colgarlo de una cruz. Aquella noche, cuando el Pastor fue herido y sus ovejas huyeron atemorizadas.

Y en aquella noche, Pedro vio cómo una profecía de Jesús se cumplía dolorosamente en su vida.  “Antes de que el gallo cante dos veces, me habrás negado tres.”  Sí. Tres negaciones que Cristo anticipó, con las que Pedro traspasó, como si fueran punzantes clavos, el cuerpo de Salvador.

Te preguntarás, ¿y qué tiene que ver esto con nosotros?  Pues todo.  Al igual que Pedro, el hombre que lucha contra la lujuria sexual vive en su corazón la batalla de pasadas traiciones.  Como Pedro, tantas veces juramos que seríamos fieles hasta la muerte; que no abandonaríamos aquella amistad; que nunca le daríamos la espalda a nuestra vida como hombres cristianos.

Pero a pesar de nuestras palabras, cuando llegó aquella tentación, cuando la prueba se abalanzó sobre nosotros, traicionamos a nuestras esposas, hermanos, amigos y a Dios, vez tras vez, sin que nuestra conciencia nos detuviera.  Y aunque Dios se duele con nuestras traiciones, como se dolió con la de Pedro, El es el Dios que prefiere dedicarle más tiempo a sanar nuestro corazón que a resaltar nuestras caídas.

Y en aquella playa, el corazón atribulado de un Pedro que había abandonado la pesca de hombres para regresar a la barca de donde Cristo lo sacó, necesitaba urgentemente ser sanado.  Por eso, en aquella playa, Cristo sanaría el corazón de Pedro con una pregunta: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas?”  Porque con esta pregunta, Pedro encontraría dentro de sí la respuesta que él mismo necesitaba escuchar: “Sí Señor, tú sabes que te amo.”

Porque si le amamos, no hay culpa que pueda detenernos. No podemos cambiar el pasado; no podemos reescribir el libreto de lo que ya hicimos. Pero sí podemos hacer algo para evitar que nuestros errores pasados vengan como dardos de culpa a agobiarnos.  Sí podemos examinar nuestro corazón para afirmar nuestro amor y compromiso con Dios.

Así que a pesar de nuestras repetidas traiciones y pecados, encuéntrate con Cristo en aquella playa. Tal vez, decidiste dejar un llamado de Dios para regresar a tu vida de antes.  Hasta allá llegará el Señor para preguntarte si le amas.  Porque la respuesta El la sabe.  Pero aún así, es una respuesta que debes hacerte para aclarar tu corazón. Y cuando afirmes tu amor por Cristo, recuerda que tu amor por El siempre será correspondido, porque El nunca te traicionará.

¿Puedes entender ahora por qué Cristo le hizo a Pedro la misma pregunta en tres ocasiones? Con cada pregunta y afirmación de Pedro, Cristo sanó cada una de las tres traiciones de aquella noche. ¿Guardas todavía en tu corazón alguna traición que te atormenta?  Encuéntrate con Cristo en la playa.  Allí, El te preguntará si le amas.  Allí, podrás enterrar la culpa por cualquier traición pasada y podrás seguir tu camino en libertad.

No renuncies.  No te dejes derrotar por la culpa.  Porque si Cristo te llamó a la pesca de hombres, no debes conformarte con ser pecador de peces.  Y recuerda: El te llamó y te cualificó sabiendo las fortalezas y debilidades de tu corazón; ese corazón que El mismo creó.  Nunca lo olvides: a pesar de tus limitaciones, de tu pasado, Dios cuenta contigo.

Un abrazo,

Edwin Bello

Fundador

Pureza Sexual…  ¡Riega  la  Voz!


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