El Ego

Te sientes ofendido. La conducta de los demás no es razón para sentirte ofendido. Lo que te ofende sólo contribuye a debilitarte. Si buscas ocasiones para sentirte ofendido, las encontrarás cada dos por tres. Es tu ego en plena acción, convenciéndote de que el mundo no debería ser como es. No le sigas el juego. Como nos recuerda A Course in Miracles [Curso de milagros]: «La paz es de Dios; quienes formáis parte de Dios no estáis a gusto salvo en su paz». Sentirse ofendido crea la misma energía destructiva que te ofendió y que lleva al ataque, al contraataque y a la guerra.
La necesidad de ganar. Al ego le encanta dividirnos entre ganadores y perdedores. 
Siempre habrá alguien más rápido, más joven, más fuerte, más listo y con más suerte que tú, y siempre volverás a sentirte insignificante y despreciable. Tú no eres tus victorias. Puede que te guste la competición y que te diviertas en un mundo en el que ganar lo es todo, pero no tienes por qué estar allí con tus pensamientos. Olvídate de la necesidad de ganar no aceptando que lo opuesto de ganar es perder. Ese es el miedo del ego. Vive en paz, aunque apenas lo notes, en tu vida surgirán más victorias a medida que dejes de ir tras ellas.
La necesidad de tener razón. El ego es fuente de conflictos y disensiones porque te empuja a hacer que los demás se equivoquen. Cuando eres hostil, te desconectas de Dios .Olvidarse de la necesidad de tener siempre razón en las discusiones y las relaciones es como decirle al ego: «No soy tu esclavo. Quiero abrazar la bondad y rechazo tu necesidad de tener razón.  Te propongo que te olvides de esta necesidad impulsada por el ego parándote en medio de una discusión para preguntarte: «¿Qué quiero? ¿Ser feliz o tener razón?». 
La necesidad de ser superior. La verdadera nobleza no tiene nada que ver con ser mejor que los demás. Se trata de ser mejor de lo que eras antes. Céntrate en tu crecimiento, con constante conciencia de que no hay nadie mejor que nadie en este planeta. Todos somos iguales ante los ojos de Dios. Olvídate de la necesidad de sentirte superior al ver a Dios revelándose en todos. 
La necesidad de tener más. El ego es más. Por mucho que logres o adquieras, tu ego insistirá en que no es suficiente. Te verás luchando continuamente y eliminarás la posibilidad de alcanzar la meta, pero en realidad ya la has alcanzado, y es asunto tuyo decidir cómo utilizar el momento presente de tu vida. Irónicamente, cuando dejas de necesitar más, parece como si te llegara más de lo que deseas. Como estás desapegado de esa necesidad, te resulta más fácil transmitírselo a los demás, porque te das cuenta de lo poco que necesitas para sentirte satisfecho y en paz. 
La necesidad de identificarte con tus logros. Puede resultar un concepto difícil si piensas que tú y tus logros son lo mismo. Dios escribe toda la música, Dios canta todas las canciones, Dios construye todos los edificios. Dios es la fuente de todos tus logros. Cuando te apegas a esos logros y crees que lo estás consiguiendo tú solo es cuando abandonas la paz de Dios.
Tu fama. La fama que tienes no está localizada en ti, sino en la mente de los demás y, por consiguiente, no ejerces ningún control sobre ella. Si hablas con treinta personas, tendrás treinta famas distintas.  Si te preocupas demasiado por cómo te van a percibir los demás, te habrás desconectado  de Dios y  permitido que te guíen las opiniones de los demás. Así funciona el ego. Es una ilusión que se alza entre ti y Dios. Haz lo que haces según la orientación de de la voz del espíritu Santo, siempre conectada con  Dios y agradecido de El. Mantén tu propósito, deslígate de los resultados y acepta la responsabilidad de lo que reside en tí: tu carácter. Deja que otros discutan sobre tu fama; no tiene nada que ver contigo.
¡Lo que pienses de mí no es asunto mío!
El ego es lo que pensamos que somos; el yo es lo que, en realidad, somos.“Es como el caso del Dr. Jekylly de Míster Hyde” es la historia de todo hombre , porque dentro de cada uno de nosotros viven dos nosotros mismos: el “Ego” y el “Yo”; el que aparece exteriormente y el que es; el hombre que trata con otros hombres y el hombre desconocido para todos los demás. 

No podemos vivir dos vidas simultáneamente. Si pretendemos e intentamos hacerlo, sufriremos remordimientos, ansiedades y descontento interno. Si la verdadera libertad se ha de hallar dentro de nosotros mismos, el ego debe ceder al nacimiento de nuestra propia personalidad. Pero es un compañero tan familiarizado, para algunas personas, que no puede ser fácilmente dejado de lado.

Cuando el ego domina nuestra vida, vituperamos pequeñas faltas en los demás y excusamos grandes errores en nosotros mismos; vemos la paja en el ojo ajeno e ignoramos la viga en el nuestro.

Jesús dice que quien ama su vida la perderá y quien odia su vida, por amor a Mi, la salvará,(Juan 12:25) justamente se refiere al verdadero amor y al egoísta que hace que nos amemos de modo desordenado o sea mas que a Dios y ese amor desordenado de nosotros mismo nos llevará a perder la vida que es la vida eterna.


“Los que viven sin controlar sus malos deseos, sólo piensan en hacer lo malo. Pero los que viven obedeciendo al Espíritu Santo, sólo piensan en hacer lo que desea el Espíritu. Si vivimos pensando en todo lo malo que nuestros cuerpos desean, entonces quedaremos separados de Dios. Pero si pensamos sólo en lo que desea el Espíritu Santo, entonces tendremos vida eterna y paz. Los que no controlan sus malos deseos sólo piensan en hacer lo malo. Son enemigos de Dios, porque no quieren ni pueden obedecer la ley de Dios” (Romanos 8.5-7).


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