La Soledad

Estoy solo y afligido. – Salmo 25:16.

Aunque mi padre y mi madre me dejaran, con todo, el Señor me recogerá.Salmo 27:10.

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En julio de 2003 apareció en un periódico la siguiente reflexión: «En la era de Internet y del teléfono móvil, aunque parezca imposible, la soledad sigue existiendo. Es menos frecuente entre los jóvenes y afecta especialmente a las personas mayores, sobre todo a partir de los 70 años». A continuación el artículo enumera varias causas, entre las cuales se encuentra el hecho de tener intereses diferentes a los de la gente que nos rodea. Es cierto que al envejecer a menudo quedamos desfasados debido a los rápidos cambios de la sociedad, y no logramos entender ni interesarnos en los problemas de los más jóvenes.

En su paso por la tierra el Señor Jesús también estuvo solo. Por seguir los intereses de Dios, su Padre, en medio de un pueblo indiferente y hostil, nadie lo comprendió, ni siquiera sus discípulos. Sin embargo, pese a esa soledad moral, continuó su obra de amor sin desanimarse. No menospreció a los que lo acompañaron sin comprenderlo, a quienes había advertido: “Me dejaréis solo”. Pero tenía un secreto: “Mas no estoy solo, porque el Padre está conmigo” (Juan 16:32). Y por último, en la cruz, incluso fue abandonado por Dios cuando sufrió la sentencia que nuestros pecados merecían.

Ahora se presenta como Salvador y desea entrar en todas las soledades. Él puede comprender mejor que nadie lo que significa estar solo y abandonado. ¡Busque su compañía! Jesús quiere que su soledad desaparezca por medio de su presencia y su comunión.


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