Testigos del poder de Dios

«Sepan bien hoy, que no estoy hablando con los hijos de ustedes, los cuales no han sabido ni experimentado el castigo del Señor su Dios, ni su grandeza ni su mano poderosa, ni su brazo extendido…» Deuteronomio 11:2

En este pasaje observamos cómo Dios se dirige al pueblo de Israel y les dice que no está hablando con la generación que no vivió las grandes hazañas del desierto, sino que está hablando con los que observaron las señales, milagros y maravillas. En ese momento ¡Dios se está dirigiendo a los testigos de su poder!

Esto nos enseña que ¡La relación con Dios no se hereda! Dios tiene su trato personal con cada uno de nosotros y cada uno de nosotros tenemos nuestra historia personal con Dios. Los hijos de Dios son hijos del rey de reyes, pero aún cuando hay bendiciones reservadas para sus generaciones, no es por ser hijo de padres cristianos que soy salvo, ¡no es por tener familia cristiana que tengo una relación con Dios!.

«…ni sus señales ni los hechos que realizó en medio de Egipto contra el faraón, el rey de Egipto, y contra toda su tierra, ni lo que hizo contra el ejército egipcio y sus caballos y sus carros de guerra, ni cómo precipitó sobre ellos las aguas del Mar Rojo, cuando venían en persecución de ustedes, ni cómo hasta este día el Señor los destruyó; ni lo que hizo con ustedes en el desierto, hasta hacerlos llegar a este lugar; ni lo que hizo con Datán y Abirán, hijos de Eliab hijo de Rubén, de cómo en medio de todo Israel la tierra se abrió y se los tragó, junto con sus familias, sus tiendas y todo su ganado» Deuteronomio 11:2-7


En este pasaje también podemos observar que Dios no necesariamente tendrá el mismo trato con todas las personas, hubo una generación que observó las maravillas de Dios, observó sus obras, sus milagros, sus señales y sus prodigios, vieron su mano poderosa, vivieron experiencias que nosotros no podemos ni imaginar.

Cada uno de nosotros tiene una experiencia con Dios, y en mayor o menor medida todos hemos experimentado el poder de Dios, un milagro, una sanidad, una palabra dada a tiempo que nos cambió la vida, si es así, entonces no tenemos excusas para no creer su palabra, tampoco tenemos excusa para ser desobedientes.

» Pero ustedes sí han visto con sus propios ojos todas las grandes obras que el Señor ha hecho» Deuteronomio 11:7


¡Los que han sido testigos del poder de Dios no deben dejar de obedecerle, ni de adorarle, ni de confiar en él!


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