«Si ustedes obedecen con todo cuidado los mandamientos que hoy les mando a cumplir, y si aman al Señor su Dios y le sirven con todo su corazón y con toda su alma, yo enviaré a su tierra la lluvia a su tiempo, tanto la lluvia temprana como la tardía, y ustedes cosecharán su grano, su vino y su aceite. Haré también que en tus campos crezca hierba para ganados, y comerás y quedarás satisfecho» Deuteronomio 11:13-15
¡La obediencia a Dios trae bendición!
En este pasaje observamos que Dios bendice la obediencia, en el caso del pueblo hebreo, un pueblo dedicado a la agricultura y ganadería, la bendición se reflejaba en la lluvia temprana y tardía. Esta última expresión se refería a lluvia antes de tiempo y después de tiempo, generando una mayo cosecha.
Pero también observamos que la obediencia que pide el Señor es extrema, se debe obedecer con todo cuidado. En cada acción, en cada gesto, en cada palabra, en cada decisión, debemos velar por el cumplimiento de la palabra de Dios.
Dios añade además que debemos amarle y servirle con todo el corazón y con toda el alma. Un error en el que caemos con facilidad en nuestros tiempos es que creemos que servir al Señor con todo nuestro corazón y alma significa vivir en la iglesia (el lugar de reunión) dejando a un lado los estudios, el trabajo, y todo lo demás ¡Eso no es cierto!
Si bien son muchos los que han sido llamados al ministerio a tiempo completo (y esta es una palabra clave, ser llamado), la mayoría de los miembros activos de las congregaciones desarrollan una vida profesional ajena a la misma.
¿Cómo puedo servirle entonces con todo mi corazón? El apóstol Pablo lo resume muy bien en una de sus cartas «Así que, si ustedes comen o beben, o hacen alguna otra cosa, háganlo todo para la gloria de Dios» 1 Corintios 10:31 (énfasis del autor)
¡Que bueno saber que donde quiera que estemos podemos servir a Dios y obedecerle!
No olvidemos, ¡La obediencia a Dios trae bendición!
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