Pureza Sexual … LAS DISTORSIONES DE LA PORNOGRAFIA

Saludos nuevamente a todos ustedes que defienden día a día su pureza sexual

En las viejas gavetas donde guardo los recuerdos de mi infancia, tengo un lugar especial para las llamadas “fiestas patronales” de mi pequeño pueblo de Guayama.  Durante estas fiestas, la plaza del pueblo se llenaba de algarabía, música, comida, fuegos artificiales y otras diversiones para la familia, como las machinas.

Y entre las machinas, mis favoritas eran el gusano y las sombrillas locas, las cuales nunca debías tratar con el estómago lleno.  Y finalmente, estaba la casa embrujada y su laberinto de espejos, donde siluetas misteriosas y escondidas tras rojas cortinas de terciopelo, te asustaban en la oscuridad de pasillos confusos e interminables.

Pasar por los espejos con poderes “mágicos” de la casa embrujada me cautivaba porque siempre me hacían ver como un impresionante gigante, o un pequeño nomo de una tierra lejana.  No importa cuántas veces pasaba por estos espejos, ellos reflejaban a un ser extraño y diferente al que yo conocía en la vida real.

Con el paso de los años, cambié los “espejos mágicos” de mi infancia por otros espejos que distorsionaron mi vida y dieron paso a imágenes fantasiosas, también llenas de oscuridad y confusión. Porque, verás, los “espejos mágicos” de mi vida adulta vinieron a ser la pantalla de mi computadora y de la televisión, ambas contaminadas con las imágenes pornográficas de un mundo huérfano de la realidad y apartado de la verdad.

Y como el niño cautivado con un mundo lleno de apariencias seductoras, la pornografía me succionó con una fuerza insoportable.  Y luego de haber vivido la esclavitud de un sexo anestesiante por más de treinta años y haber vivido más de seis años de pureza, todavía lucho con el recuerdo de aquellas primeras imágenes pornográficas que vi en la casa de un amigo, quien descubrió este “tesoro” visual en el cuarto de su hermano mayor.  Porque estas imágenes hieren el ojo y se graban con una imprenta de fuego en la mente inocente de un niño que no está preparado para resistir y combatir tales impulsos.

Ahora bien, el tener una memoria que Dios me proveyó no quiere decir que tenga que acceder a esos recuerdos y traerlos a mi presente para seguir siendo esclavo de la lujuria sexual con ellos.  Sí, los recuerdos seguirán en un archivo de impureza que siempre tendré en mi memoria, pero eso no quiere decir que tengo que abrir ese archivo de impureza.  La decisión de abrirlo para lujuriar siempre será mía.

Y regresando al fenómeno de la pornografía y su agarre cautivante y adictivo, algo realmente inquietante está ocurriendo en este mundo lleno de tecnología avanzada.  Un mundo que se ha hecho adicto del “HD” y del “3D” y se ha obsesionado con el “Photoshop” y el retoque de imágenes humanas para convertirlas en imágenes perfectas que se puedan publicar en las redes sociales y en la industria porno.

Verás, nos hemos hecho adictos del inconformismo con nuestros cuerpos imperfectos y preferimos vivir una mentira de fotos retocadas para impresionar al mundo allá afuera.  Porque hemos caído en la trampa de creer que lo que verdaderamente nos define es lo que entra por los ojos, lo que la gente puede ver o no ver en una foto.

Así, la pornografía que impacta los ojos y la mente de las personas atadas al sexo es tan fantasiosa como las imágenes reflejadas en los “espejos mágicos” de la casa embrujada de nuestra infancia:  Imágenes apartadas de la realidad; imágenes cubiertas con la oscuridad y el nudo cautivante del pecado.

Y mientras más vemos esta pornografía HD y sin defectos, más nos alejamos de nuestro mundo, más nos disgustamos con nuestra realidad, más inconformes nos volvemos con nuestras esposas y con nuestra sexualidad.

Porque la realidad es que la pornografía nunca te pintará una sexualidad verdadera ni humana.  La pornografía nunca te dirá que la sexualidad diseñada por Dios entraña aceptar nuestra humanidad, nuestra fragilidad, nuestras imperfecciones.  La pornografía nunca te dirá que el regalo conyugal del compartir sexual está revestido de aprendizaje, paciencia, entrega al otro y muerte al yo; un desnudarse en cuerpo y más en alma, un desnudarse en el corazón que trasciende las vestimentas y las apariencias.

Tampoco la pornografía te dirá que en el regalo de nuestra sexualidad, Dios diseñó el compartir sexual entre los esposos como una de los actos más espirituales y poderosos, donde la carnalidad tiene un segundo plano y donde se respira como en pocos momentos, la presencia del Creador.

Y ante las mentiras y distorsiones de la pornografía, hemos sido confundidos; le hemos comprado al dios porno sus engaños.  Por eso, muchos de los hombres atados a la pornografía harán lo que sea para que sus esposas se vean parecidas –o idénticas– a las actrices pornográficas que fingen en las películas sus poses, gestos y sonidos ficticios.  Muchos querrán que sus esposas se vistan como las mujeres XXX que han intoxicado sus mentes y sus corazones.  Muchos querrán que sus esposas le hablen, los toquen y se muevan de tal o más cual manera, porque de esa manera, su esposa se aleja de ser su esposa y se parece más a la imagen pornográfica que lo mantiene esclavizado.

Y así, la distorsión ha sido tan absoluta, el Photoshop y el retoque de fotos ha logrado tanta perfección, que muchos hombres dirán que sus esposas son la imagen defectuosa y decepcionante de la pornografía perfecta e ideal que nunca tendrán, en “carne y hueso” bajo las sábanas de su cama.  No permitas que la pornografía te lleve allá, porque habrás caído en el laberinto de los “espejos mágicos”; en la casa embrujada que la industria porno ha construido para esclavizar tu vida.

Hoy, aprecia y da gracias a Dios por la esposa que Él te ha dado, o por la que te dará.  Nunca será perfecta. Nunca te arropará con una lujuria sofocante, interminable y dispuesta a toda hora.  Pero, algo te puedo asegurar:  La pornografía nunca te abrazará, te amará, se entregará a ti ni te será fiel, como lo hace tu esposa.

Escoge.  Yo lo hice ya…

Y prefiero, una y mil veces, descansar arropado por el tierno calor de mi esposa, escuchando el arrullo de su respirar tan vivo y humano, que morir lentamente, desvelado en la prisión, frente a la pantalla solitaria y artificial de una computadora.

Un abrazo,

Edwin Bello

Fundador

Pureza Sexual…  ¡Riega  la  Voz!

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