GÁLATAS ESTUDIO 2. SÓLO HAY UN EVANGELIO

SÓLO HAY UN EVANGELIO 

GÁLATAS 1:6-10

Estoy muy sorprendido de que ustedes se hayan alejado tan pronto de Dios, que los llamó mostrando en Cristo su bondad, y se hayan pasado a otro evangelio. En realidad no es que haya otro evangelio. Lo que pasa es que hay algunos que los perturban a ustedes, y que quieren trastornar el evangelio de Cristo. Pero si alguien les anuncia un evangelio distinto del que ya les hemos anunciado, que caiga sobre él la maldición de Dios, no importa si se trata de mí mismo o de un ángel venido del cielo. Lo he dicho antes y ahora lo repito: Si alguien les anuncia un evangelio diferente del que ya recibieron, que caiga sobre él la maldición de Dios.

10 Yo no busco la aprobación de los hombres, sino la aprobación de Dios. No busco quedar bien con los hombres. ¡Si yo quisiera quedar bien con los hombres, ya no sería un siervo de Cristo!


Estas líneas del apóstol reflejan una clara indignación por lo fácilmente que los seguidores de Jesús de Galacia se habían dejado influenciar y se habían apartado del verdadero y único evangelio. En el desarrollo posterior de la carta Pablo indica en qué consistía esa desviación que el consideraba de extrema gravedad (2:16; 4:21; 5:2-3)

El tema de fondo eran los judaizantes, grupos de cristianos que continuaban practicando la Ley de Moisés e intentaban convencer a las nuevas comunidades de seguidores de Jesús que debían de hacer lo mismo, perdiendo, por tanto la libertad ganada en Jesús y convirtiéndolos en clones culturales de su propia forma de entender la fe.

Pablo es durísimo en el tratamiento de estos individuos, los llama malditos y los considera «anatema» en el lenguaje original, es decir, gente bajo maldición que lo único que merecen es la destrucción de Dios. El tono, incluso agresivo, del apóstol es justificable por todo lo que hay en juego, la libertad de que el evangelio otorga a los seres humanos.

La aplicación, al menos para mí, de este pasaje es doble. La primera es asegurarme que nadie quiere coartar mi libertad en Cristo obligándome a seguir los preceptos culturales o teológicos -que no dudo de la buena intención- esa persona ha decidido incorporar en su vida y considera, consecuentemente, que todos deben seguir igual. La segunda, es asegurarme que no hago lo mismo con otros, es decir, no trato de imponerles «mi visión» del evangelio sino que, antes bien, fomentar su libertad en Cristo.


UN PRINCIPIO
NO DEBEMOS IMPONER NUESTRAS OPCIONES TEOLÓGICAS COMO SI FUERAN EQUIVALENTES AL EVANGELIO

UNA PREGUNTA
¿TE LO ESTÁN IMPONIENDO O, AL CONTRARIO, LO ESTÁS IMPONIENDO?

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