GÁLATAS ESTUDIO 8. DIAGNÓSTICO


DIAGNÓSTICO

GÁLATAS 3:15-22

15 Hermanos míos, cuando en nuestra vida actual dos personas hacen un pacto, y lo ratifican con su firma, no puede luego ser invalidado ni modificado.
16 Pues bien, Dios hizo promesas a Abraham y a su descendencia (y fijaos en que no se habla de descendientes, sino de la descendencia de Abraham, la cual evidentemente es Cristo).
17 Lo que quiero decir es esto: el pacto de salvación mediante la fe en Cristo, que había sido previamente ratificado por Dios, no fue abrogado; ni la promesa fue invalidada por la ley dada a Moisés cuatrocientos treinta años más tarde.
18 Porque si la obediencia a esa ley nos hiciera herederos de la vida eterna, la promesa de Dios no tendría ningún sentido; mas esa promesa es la misma que Dios hizo a Abraham sobre la base de la fe.
19 Entonces, ¿para qué se promulgó la ley? Pues sabed que la ley fue añadida a la promesa para demostrarnos que, ante los ojos de Dios, todos somos culpables de haberla quebrantado. Pero la ley tenía una vigencia temporal: sólo podía estar en vigor hasta la llegada de aquella descendencia prometida a Abraham. Y fue a los ángeles a quienes Dios encomendó que pusieran la ley en manos de Moisés, a fin de que él fuese mediador para su transmisión al pueblo de Israel.
20 Y hablar de un mediador supone que el pacto se da entre partes diversas, una de las cuales es Dios mismo.
22 Ahora bien, ¿acaso esto significa que la ley se opone a las promesas de Dios? ¡De ninguna manera! Lo que pasa es que, si por la ley dada a Moisés alcanzásemos la vida eterna, Dios no nos habría ofrecido otro medio de escapar del pecado, del cual somos prisioneros; pero la única manera de alcanzarla es por la fe en Jesucristo, y en ello radica la promesa dada a todos los creyentes.
Pablo, el apóstol, se hace una pregunta que tiene todo el sentido del mundo, entonces ¿para qué sirve la ley, cuál era su propósito? El mismo se da la respuesta usando esta figura de lenguaje denominada diatriba (en la que un hipotético personaje hace preguntas que permiten que el autor pueda desarrollar sus pensamientos respondiéndolas).

Según él la finalidad de la ley es poner de manifiesto que el pecado es una realidad. Si por definición el pecado es un problema del corazón -es decir, nuestra actitud de rebelión y/o indiferencia con respecto a Dios- ¿Cómo sería posible diagnosticarlo? Únicamente por medio de sus manifestaciones externas, es decir, por su sintomatología. La ley cumple, precisamente, esta función, sirve para ayudarnos a diagnosticar el pecado sacándolo a la superficie.
Cuando comparamos nuestras vidas con las exigencias de la ley nos damos cuenta de nuestra imposibilidad de cumplirlas, se pone de manifiesto nuestras transgresiones y salen a la luz nuestros «defectos» morales. Somos conscientes de que por más que nos esforcemos y por más que insistamos no tenemos la capacidad de permanecer bajo la ley y, por tanto, nos pone en el corazón la necesidad de que debe de haber algo más, y este algo más es, naturalmente, la fe en lo que Jesús ha hecho por nosotros.

Muchos seguidores de Jesús aunque han confiado en Él para su salvación futura siguen viviendo, día tras día, creyendo que deben cumplir la ley para no perder el amor y la aceptación del Señor. Dicho de otro modo, han sido salvados por gracia pero viven por obras. Muchas veces hemos creado un cristianismo que, de forma consciente o inconsciente, fomenta esta destructiva creencia poniendo el énfasis en la necesidad de determinados estilos de vida que son necesarios para seguir gozando de la aprobación del Señor.

No se discute, para nada, aquí la necesidad de obediencia al Señor ¡Algo incuestionable! Estamos retando la motivación para la obediencia.
UN PRINCIPIO
LA LEY ÚNICAMENTE SIRVE PARA PONER DE MANIFIESTO LA NECESIDAD DE LA GRACIA

UNA PREGUNTA
¿CUÁL ES TU MOTIVACIÓN PARA LA OBEDIENCIA?

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