• Jesús, Señor nuestro… fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación. – Romanos 4:24-25.
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El año civil está marcado por ciertos días dedicados a la conmemoración de acontecimientos que marcaron nuestra historia. La Biblia nos habla de una noche que marcó la historia del mundo, la noche que Jesús fue entregado para ser crucificado (1 Corintios 11:23).
Jesús, el Hijo de Dios hecho hombre, anduvo en esta tierra en una santidad perfecta, ya que “no hay pecado en él” (1 Juan 3:5). Sin embargo, los pecados de los hombres seguían ahí, ninguno había sido expiado. Sólo la muerte de Cristo podía satisfacer las exigencias divinas para hacer justo al pecador. Entonces Dios “no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros” (Romanos 8:32). Y por su parte “Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros” (Efesios 5:2).
Cuando llegó la noche, Jesús reunió a sus discípulos por última vez. Comió la última pascua con ellos (Lucas 22:7-18). Ya no sería necesario sacrificar más un cordero, pues Él, el Cordero de Dios, iba a ofrecerse a sí mismo. Jesús instituyó la Cena y luego se fue al huerto de Getsemaní a orar.
Al día siguiente, llevó su cruz hasta el Gólgota, dejó que lo crucificaran, sufrió el juicio que nuestros pecados merecían de parte del Dios santo; murió y tres días después resucitó.
Los creyentes pueden conmemorar este acontecimiento domingo tras domingo, participando de la Cena en memoria de él, “hasta que él venga” (1 Corintios 11:23-26).
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