Lo que os voy a contar es real.
Una querida hermana de mi iglesia fue este verano de vacaciones a cierta ciudad del norte de España donde tienen la mala costumbre de usar una expresión que ella describió como «ensuciar a Dios». Creo que todos hemos tenido la poca fortuna de escucharla. Pero esta hermana no iba a permitir que todo siguiera igual. ¿Qué hacía?.
Pues cada vez que alguien decía esa expresión la hermana respondía: «Bendito sea el nombre de Dios».
Lo cual, como os podéis imaginar dejaba perplejos a los profanos.
Estando en la ciudad oyó que un jóven frente a sus amigos decía esa fea expresión, así que ella se dispuso a corregir aquello y dijo:
-Bendito sea el nombre de Dios.
Aquel joven se quedó muy sorprendido y ella le preguntó.
-¿Conoces el Padre nuestro?.
-Sí.
-En esa oración se dice: «Santificado sea tu Nombre», tenemos que honrar y respetar el nombre de Dios, en lugar de ensuciarlo.
Y el chico se quedó perplejo.
Más tarde, volviendo en autobús, un caballero con muy mal humor gritó esa expresión. A lo que ella, con mucha tranquilidad dijo:
-Bendito sea el nombre de Dios.
El sujeto la miró fijamente y le dijo de malos modos.
-¿Qué?, ¿hay algún problema?.
Y nuestra hermana, con toda tranquilidad le respondió.
-Ninguno.
Y lo dejó con un palmo de narices, sabiendo que su majadería no había quedado impune, porque aunque él intentara ofender el Nombre de Dios, allí había una hija suya dispuesta a limpiarlo y honrarlo.
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