El árbol y su fruto.

Teniendo aún un hijo suyo, amado, lo envió… diciendo: Tendrán respeto a mi hijo. Mas aquellos labradores dijeron entre sí: Este es el heredero; venid, matémosle, y la heredad será nuestra.Marcos 12:6-7.

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A nadie se le ocurre plantar un árbol frutal sin esperar que un día u otro dé frutos. Del mismo modo Dios, para su satisfacción, esperaba un fruto del hombre a quien había creado. Sin embargo, desde la primera tentación el hombre cayó, y a partir de ese momento la humanidad se volvió estéril para Dios. Ella lo probó durante siglos, incluso cuando Dios concentró toda su atención en su nación, Israel, como el agricultor despliega todos sus cuidados en uno de sus campos. Cuando Jesucristo vino a buscar el fruto para Dios, ¡el hombre lo odió, lo rechazó y lo crucificó!

Pero Dios resucitó a su Hijo y le dio toda potestad en el cielo y en la tierra (Mateo 28:18). Y para que Dios recibiera el fruto esperado, Cristo comenzó una nueva acción que sigue poniendo en práctica, es decir, proclamar, o más bien, sembrar la palabra de Dios en todo el mundo.

¿Qué dice Dios mediante su Palabra?

– Que la autoridad divina sobre todos los hombres pertenece al Señor Jesús.
– Que el hombre es pecador, está perdido y no tiene fruto para Dios.
– Que si bien el rechazo y la muerte de Cristo traducen el odio natural del hombre contra Dios, esta muerte también muestra la inmensidad del amor de Dios por el hombre.
– Que gracias a esta muerte Dios da a todos los que lo aceptan su perdón y sus riquezas infinitas.


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