En el capítulo trece del evangelio de Lucas Jesús tiene un nuevo enfrentamiento con el estamento religioso debido a su persistencia en no cumplir con las tradiciones religiosas relacionadas con el sábado.
Jesús no lo hace por el placer de la subversión, sino porque antepone el ser humano y sus necesidades por encima de las prácticas religiosas y las consideraciones espirituales que algunos piensan que todos deben seguir.
Dicho de otro modo, nada detiene a Jesús en su práctica del bien en un mundo roto ni necesitado, ni siquiera la religión.
Al leer este episodio me planteaba la siguiente pregunta ¿Qué me detiene a mí de la práctica del bien en un mundo roto? ¿Qué me impide ser un agente de restauración en imitación de Jesús?
Muchas cosas, mi propio egoísmo, la indiferencia hacia el que sufre y tiene necesidad, mi miedo a implicarme demasiado y tener que pagar algún precio previsto o no previsto, el cansancio, mi propio pecado…. En fin, se me ocurren una buena cantidad de cosas, situaciones, realidades y aspectos de carácter que me detienen de imitar al Maestro en la práctica del bien. Al mismo tiempo, significa un auténtico reto para mí que quiero trabajar porque, realmente, deseo que nada me detenga en la práctica del bien.
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