Jesús miró a todos y les dijo:
—Entonces, cuando la Biblia dice: “La piedra que rechazaron los constructores del templo es ahora la piedra principal”
El capítulo 20 de Lucas narra un nuevo encuentro entre Jesús y los religioso de su tiempo que se resuelve con una parábola explicada por el Maestro.
Pensando en este tipo de enfrentamientos me doy cuenta que producen en mí un auténtico placer al ver cómo Jesús era tan duro y directo contra los fariseos y doctores de la Ley. Este placer viene del hecho que yo no me siento, para nada, identificado con ellos. No pienso, ni de lejos, que yo pueda ser como lo eran ellos, ni que su problema sea mi mismo problema.
Creo que al no sentirme identificado con ellos pierdo todo el posible reto y enseñanza que la Escritura pueda tener preparada para mí por medio de estos pasajes pues entiendo que ya no van dirigidos a mí sino a personas diferentes, distantes, inferiores moralmente a mí, incapaces de discernir la verdad.
Al leer el capítulo con ojos de fariseo y, especialmente, los primeros versículos, me he dado cuenta que yo soy como aquellos viñadores malvados. Observo que puedo rechazar una y otra vez a aquellos que son enviados, de parte de Dios, para hablar a mi vida acerca de mi comportamiento, mis acciones, mis omisiones, mis valores, prioridades, motivaciones, actitudes y un largo etcétera. Que sería capaz, incluso, de rechazar al mismo Jesús si se presentara para confrontarme ¡A tal punto puede llegar la dureza del corazón!
Voy a leer los pasajes donde hay confrontación entre Jesús y los religiosos con los ojos de estos últimos, como si fueran dirigidos a mí mismo y, al menos eso espero, con una mente y actitud mucho más abierta.
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