para que junto con nosotros dé testimonio de que Jesús resucitó.
Hoy comienzo la lectura del libro de los Hechos de los apóstoles que es la segunda parte del evangelio de Lucas ya que antiguamente ambos libros constituían un único volumen.
Mi atención ha recaído sobre el discurso de Pedro y de forma más específica sobre sus palabras acerca de la responsabilidad de todo creyente de ser testigo de la resurrección de Jesús.
Algo que me ha fascinado durante los últimos años es el Dios hecho ser humano que ha bajado a nuestra realidad, la ha experimentado y, consecuentemente, puede identificarse plenamente con nosotros. ¡Tiene tanto valor para mí un Dios que puede entender mi humanidad porque ha estado en ella!
Pero si bien la humanidad de Jesús y el Dios que se identifica es importante me he dado cuenta que no es suficiente. Puedo identificarme con el dolor y sufrimiento de otros y no poder hacer nada para aliviarlo. Pero Jesús resucitó, no únicamente vivió con nosotros, sino que venció a nuestro gran y definitivo enemigo, la muerte. Consecuentemente está vivo y tiene poder para ayudarme a vivir la vida cotidiana por encima de las limitaciones de mi naturaleza caída y afectada por el pecado.
Lo que quiero decir es que el Dios que se humanó es el todopoderoso y nosotros somos testigos de su resurrección y su actuación en nuestras vidas personales. Somos testigos de que si le permitimos obrar en nosotros, le damos tiempo y somos constantes y obedientes su poder obrará en nosotros haciendo de nosotros ese hombre nuevo que Dios tenía en mente y el pecado hizo inviable.
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