El Discípulo Pedro. (2)

GalloDijo también el Señor: Simón, Simón, he aquí Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo; pero yo he rogado por ti, que tu fe no falte.Lucas 22:31-32.

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Pedro y Juan siguieron a Jesús cuando los soldados lo apresaron y lo llevaron al tribunal. Ambos entraron en la casa del sumo sacerdote. No podemos dudar del profundo amor de Pedro por su Señor; sin embargo, tres veces iba a afirmar que no conocía a Jesús. Le preocupaba más lo que los demás pensaran de él. Se sentó con los enemigos del Señor, abandonando así su posición de testigo.

¿Quién de nosotros podría culpar a Pedro? Nosotros, cristianos, ¿a menudo no hemos negado a Jesús mediante nuestras acciones, palabras o incluso mediante nuestros silencios?

El momento del proceso de Jesús fue único. Sus discípulos pensaban que Jesús iba a instaurar un reinado de justicia y paz, pero helo aquí, tomado como un malhechor y tratado con odio y desprecio. Pedro negó a su Maestro, pero el Señor miró a Pedro, y en esa mirada Pedro vio el amor que Jesús tenía por él. Entonces lloró amargamente (Lucas 22:61-62). Comprendió su pecado a la luz del amor de su Señor, y se produjo en su corazón y conciencia una obra de restauración.

El domingo por la mañana, apenas tuvo la noticia de que Jesús había resucitado, junto con Juan corrió a la tumba. “Simón Pedro… entró en el sepulcro… Entonces entró también el otro discípulo, que había venido primero al sepulcro; y vio, y creyó. Porque aún no habían entendido la Escritura, que era necesario que él resucitase de los muertos” (Juan 20:4-9). (Mañana continuará)


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