Póngase al servicio de los demás…. No se lo prohibáis.
Capítulo nueve del evangelio de Marcos, nos encontramos a los discípulos reflejando dos rasgos muy típicos y habituales del carácter humano. El primero, el deseo de ser mayor, más importante y superior a otros. El segundo, la mentalidad de grupo y de exclusión de todo aquel que es diferente a nosotros por cualesquiera que sean los motivos. A estos rasgos Jesús, el Maestro, opondrá la mentalidad del Reino que lleva a cabo un cambio paradigmático.
Siguiendo la pauta cultural de la humanidad los discípulos quieren repartirse el poder y me imagino que cada cual tendría sus argumentos para validar sus aspiraciones: yo fui el primero en ser llamado, a mí se me ha dado más responsabilidad, yo he visto la transfiguración, yo he hecho más milagros que tú y un largo etcétera. Jesús indica que en el Reino la grandeza se mide en términos de servicio, a más servicio a los demás, más grandeza. Servicio en los términos del Maestro, es decir, renunciando sacrificialmente a nuestros derechos para ministrar las necesidades de otros.
También siguiendo las pautas culturales los discípulos quieren prohibir que unos, que no pertenecían al «grupo de los escogidos» que, en otras palabras «no eran de los nuestros» hagan el bien y actúen como agentes de restauración. Puedo entender a los discípulos, los seres humanos en todas las áreas de la vida desarrollamos una mentalidad gremial que nos lleva a excluir a otros, especialmente a aquellos que consideramos diferentes que, lo admitamos o no, significa, a menudo, inferiores. De nuevo Jesús contrapone otro valor del Reino, la inclusión de todos aquellos que, pertenezcan o no a nuestro grupito, a nuestro gueto, a nuestra camarilla, hacen el bien en su nombre.
Dos valores del Reino, servicio e inclusión. Dos valores para evaluar mi vida. Dos valores a los que aspirar e intencionalmente desarrollar.
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