La adivinación del árbol de Darwin — una tarea sin fin

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En algunos artículos científicos se afirma temerariamente que el árbol universal de la vida propuesto por Darwin se está viendo más claro; la realidad es que con la acumulación de datos se acumulan los problemas.

El árbol de la vida según Haeckel. Esta construcción especulativa basada en semejanzas morfológicas anatómicas ha sido descartada en favor de otras propuestas basadas en criterios de morfología molecular. La realidad de la constitución anatómica y genética ha llevado a constatar la realidad de estructuras iguales o similares comunes a distintas formas de vida que no pueden descender unas de otras, el llamado fenómeno de la convergencia, que por sí mismo es formalmente una refutación de las tesis darwinistas. Dibujo según Haeckel, E. H. P. A. (1866). Generelle Morphologie der Organismen.

Topiaria evolutiva

Un caso reciente: Maximilan Telford pretendía hablar en Science Magazine acerca de «El árbol animal de la vida» como si tal árbol tuviera una existencia real, pero acababa exponiendo que los resultados del montaje de esos árboles dependen en gran manera de los métodos utilizados. Se refería a un «consenso creciente» que está emergiendo 150 años después de que Darwin se lamentase a Huxley de que no viviría para ver establecido su árbol de la vida.

Los primeros desacuerdos derivaban de variantes interpretaciones de las características morfológicas y embriológicas de los animales. Muchos de esos caracteres han evolucionado repetidas veces en linajes carentes de relación como adaptaciones a similares presiones selectivas o se han perdido en ciertos grupos por falta de uso. El actual consenso creciente se debe casi enteramente al uso de datos de genética molecular para la reconstrucción de árboles. Los cambios heredables en nucleótidos y aminoácidos son abundantes y generalmente mucho menos susceptibles a los problemas de la evolución convergente y de las pérdidas que los caracteres morfológicos.

Algunos morfólogos podrán estar en desacuerdo con esta evaluación, pero Telford estaba básicamente confesando unas disputas en pie desde hace mucho tiempo entre los morfólogos y los evolucionistas moleculares, a pesar de su aparente favoritismo por los últimos. Una perspectiva distante parece mostrar un árbol, pero los detalles lo trastocan todo. Luego pasa a referirse a diversas «sorpresas» y a trucos taxonómicos para conseguir ajustar los árboles:

Si consideramos un resumen de los árboles producidos a partir de esos datos …, encontramos algunos productos familiares (artrópodos, cordados y equinodermos) así como algunas sorpresas. Por ejemplo, casi todas las filogenias premoleculares suponían una estrecha relación entre los braquiópodos (conchas-lámpara) y los deuterostomos (cordados y equinodermos). Pero en el árbol de Field et al, los braquiópodos están situados lejos de los deuterostomas en los Lophotrochozoa, que incluyenn anélidos y moluscos. Este rearreglo de tanta magnitud sugiere que ciertos caracteres «deuterostomianos» pueden haber evolucionado más de una vez …

Otras sorpresas en el árbol fueron menos bien acogidas. Probablemente el resultado más llamativo, y el que provocó la reacción más intensa en su momento, fue la conclusión de que los animales multicelulares evolucionaron en dos ocasiones distintas a partir de parientes unicelulares. … Rápidamente se hizo claro que esta conclusión era incorrecta y que resultaba de que los cnidarios estaban mal situados en el árbol. Un segundo error — la ubicación del gusano plano Dugesia (platelmintos) como rama fuera de los grupos principales de animales, precisó todavía de más tiempo para resolver. Ahora sabemos que su ubicación correcta es en los lofotrocozoos … ambos errores surgieron debido a que los genes 18S rRNA de los grupos mal ubicados evolucionan a un ritmo desusadamente elevado, lo que resulta en una «atracción de rama larga», por la que especies en evolución rápida son incorrectamente ubicadas cerca de la rama larga lo que lleva a las especies usadas a arraigar el árbol …

En otras palabras, la resolución del árbol dependía de decisiones humanas adoptadas para forzar los datos a ajustarse a las expectativas. Es como que el árbol ya estaba en la mente, y el método se tenía que ajustar para forzar a las «sorpresas» a cooperar. Un jardinero puede recortar una planta para que dé la forma de una jirafa (una forma de arte llamada topiaria); eso no significa que la planta fuese a adoptar dicha forma en el curso natural de las cosas.

Telford seguía describiendo unos nuevos métodos de imposición, como «métodos probabilísticos que pueden acomodar los sesgos sistemáticos presentes en secuencias reales, como ritmos dispares de evolución». Pero, ¿quién podría saber los ritmos de evolución sin ya tener en mente una imagen de cómo se supone que se tiene que desarrollar la saga evolutiva?

Los escépticos podrían quejarse de que los ejercicios de erección de árboles como este no «conforman la naturaleza en sus junturas» sino que más bien confirman una idea preconcebido. También podrían observar que la confirmación de esta idea preconcebida exigía unas reorganizaciones radicales de anteriores perspectivas del árbol, arrojando dudas acerca de cuán duradera pueda ser la credibilidad de la versión 2013 que se apoya más intensamente en datos moleculares que en la apariencia que realmente tienen los animales:

Esos estudios han llevado a una filogenia ampliamente aceptada de todos los filos animales que ha cambiado radicalmente nuestros puntos de vista sobre la evolución animal. Las filogenias premoleculares contemplaban generalmente un aumento gradual de la complejidad a partir de los animales más primitivos sin una cavidad corporal o celoma (platelmintos acelomados) pasando por los gusanos pseudocelomados (como los nematodos y rotíferos) a los protóstomos celomados (anélidos, artrópodos y moluscos) y deuteróstomos (equinodermos y cordados) con una sofisticada cavidad corporal celómica con revestimiento mesodérmico.

En cambio, el árbol actual divide bilateralmente unos animales simétricos en protóstomos y deuteróstomos. … Dentro de los deuteróstomos, los simples urocordados (ascidias) son unos parientes más cercanos de los vertebrados que los cefalocordados más parecidos a peces (anfioxos); un tercer fílo de deuteróstomos, los hemicordados (los enteropneustos), son el grupo hermano de los equinodermos y no de los cordados.

Un punto de vista que «cambió radicalmente nuestras perspectivas sobre la evolución animal» no indica progreso científico. Sólo porque algo goce de «amplia aceptación» (¿por parte de quién?) tampoco lo hace científicamente válido. La alquimia fue ampliamente aceptada durante siglos. Una explicación que exija creer que caracteres tan importantes como la cavidad corporal celómica «ha sido adquirida y perdida en múltiples ocasiones» debería suscitar graves objeciones.

Para concluir, Telford se acogía a la cortina de humo de unas «futuras investigaciones» para desviar la atención del estado desastroso en que se encuentra la cuestión en la actualidad:

Aunque mucho de árbol de los animales está ahora resuelto, persiste una cantidad de problemas. Esos problemas tienden a involucrar relaciones bien de taxones con sesgos sistemáticos extremos o entre grupos que parecen haberse originado en una rápida radiación, resultando en una carencia de señal que soporte nodos individuales. El progreso futuro dependerá de aumentar la señal útil con juegos de datos «filogenómicos» más amplios a partir de la muestra taxonómica más amplia posible y de la mejora continuada en la correspondencia entre los datos reales y los modelos usados al reconstruir árboles.

Así Telford confesaba una falta de correspondencia entre los modelos y los datos reales. Los «sesgos sistemáticos extremos», ¿están en los datos o en las cosmovisiones de los científicos?

Rastreo evolutivo

En «Siguiendo el rastro de la selección positiva», un comunicado de prensa emitido por el Instituto Broad del MIT prometía proporcionar ejemplos de verdadero progreso evolutivo: «cambios genéticos [que] han conferido una ventaja evolutiva», si es que una frase tan oximorónica tiene ningún significado (p. ej., sólo una mente racional puede determinar lo que es ventajoso).

Lo sorprendente es que se precisó de otro giro radical en pensamiento para determinar cómo distinguir selección positiva. Este artículo lo designa como un «punto decisivo» y un «giro» el hecho de intentar este nuevo método: «el genoma mismo se puede usar como punto de partida para guiar a los científicos a importantes ubicaciones genéticas, llevando a hipótesis acerca de salud y enfermedad en los humanos».

Por mucho que esto pueda parecer que se siguen los datos sin prejuicios, en realidad no se ha conseguido nada aún. El comunicado de prensa dice meramente que los investigadores están «abocados» a hacer grandes descubrimientos con sus herramientas escogidas y sus conjuntos de datos. Se proponen algunos candidatos a resultados de alto perfil: «De los análisis realizados por el equipo emergieron varias importantes categorías de rutas, incluyendo rutas vinculadas al metabolismo, a la pigmentación de la piel y al sistema inmunitario». Tan sólo del último se dan algunos detalles. Pero esos detalles solo mencionaban sugerencias y posibilidades para observaciones contraintuitivas, como el dato de que «La variante particular que los investigadores desvelaron hace que el sistema inmunitario responda menos espectacularmente a los invasores, lo que, paradójicamente, parece ayudar a la lucha contra los mismos». ¿Cómo es esto indicio de una selección positiva? Con imaginación, se puede hacer que los datos se ajusten a la teoría:

Estábamos pensando: «Por qué sería importante la disminución de la señal?», recuerda Grossman. «Una posibilidad involucra el papel de TLR5 al facilitar ciertas infecciones bacterianas. Resulta que para que esas bacterias penetren en el organismo huésped, tienen que invadir células inmunitarias activadas y conseguir ser transportadas a los nodos linfáticos. Si los receptores no son nunca activados, las bacterias tienen mucha más dificultad para infectar al huésped».

Sería difícil defender una pérdida de función como indicio de selección positiva. Incluso en tal caso, esto representa sólo «una posibilidad» para explicar un problema: no es una señal de selección positiva que se desprenda de los datos. El artículo concluía con más promesas de futuro. «Con esos nuevos datos, nosotros, y otros, podemos examinar numerosas mutaciones y buscar resultados biológicamente significativos», decía esperanzado un investigador. No se dio ningún claro ejemplo de esta cacería emprendida para «seguir el rastro de la selección positiva».

Respuestas que chirrían

El artículo de Elizabeth Pennisi en Science Magazine, «¿Cómo evolucionaron los humanos? Pregunte a un ratón» es otro ejemplo de un titular que no cumple su promesa. En dicho artículo analiza un estudio de Harvard aplaudido por el comunicado de prensa citado más arriba acerca de la selección positiva: un estudio sobre ratones realizado en Harvard que se concentraba en un gen para pelo y para glándulas sudoríferas:

Los ratones portadores de genes de enfermedades humanas han demostrado ser valiosos para aprender qué se descompone en los humanos. Ahora, los investigadores han explorado los roedores para comprender la evolución humana. Los ratones con una versión humana de un gen llamado EDAR tienen más glándulas sudorífaras de lo normal, proporcionando claves acerca de cómo los asiáticos orientales se adaptaron a un ambiente húmedo hace 30.000 años.

Ciertos grupos humanos, como los nativos americanos y los asiáticos orientales, tienen un cabello más grueso, decía Pennisi, pero debería ser obvio que hay muchas diferencias entre miembros vivos de grupos étnicos que no nos dicen necesariamente nada acerca de una «evolución humana» a partir de los ratones. Siendo que los ratones y los humanos tienen ya glándulas sudoríferas y pelo, ¿dónde está el argumento, hablando en sentido darwinista?

Luego encontramos que el equipo de Harvard hizo trampa: usaron diseño inteligente para insertar el gen humano EDAR en los ratones. Luego criaron los ratones resultantes durante varias generaciones:

Los ratones tenían pelos más gruesos en su pelaje, como era de esperar. Pero también tenían más glándulas sudoríferas, más densidad de glándulas mamarias y unos rellenos de grasa más pequeños alrededor de dichas glándulas mamarias. «Este estudio pudo demostrar que hay otros efectos, más sutiles» más allá del grosor del pelo, dice Joshua Akey, un biólogo evolutivo en la Universidad de Washington, Seattle, que no estuvo involucrado con la investigación.

Pero, ¿por qué ha de ser esto sorprendente? Fueron criados con una variante humana de un gen. Eso sólo proporciona un modelo murino para un posible cambio evolutivo que pudiera haber sido de ayuda a ciertas personas en ciertos habitats. Pennisi se jactabba de que este estudio «hace avanzar este campo en formas novedosas», pero no importa cuantas ilusiones se hagan los biólogos evolutivos, ella confiesa al final que las implicaciones de este estudio no están claras en absoluto:

Los análisis y las simulaciones computacionales realizadas por el grupo explorando cómo surgió y se extendió el 370A indican que la mutación que creó el gen variante sucedió hace más de 30.000 años en la China central. China había sido relativamente cálida y húmeda hace entre 40.000 y 32.000 años y luego se volvió más fresca y seca. Pero Kamberov cree que los monzones de verano e invierno seguían creando una humedad suficientemente elevada de modo que aquellas gentes que podían refrescar sus cuerpos con más glándulas sudoríferas hubieran tenido ventaja. Alternativamente, o además, la creciente ramificación en las glándulas mamarias pudieran haber proporcionado una ventaja para criar hijos. «No está claro cuál de estos [caracteres] resultó en diferencias» en supervivencia y capacidad reproductora, dice Akey.

Lo cierto es que los orientales saben por experiencia que más glándulas sudoríferas no son de ayuda en áreas de humedad elevada; y si el resto del año era más seco y fresco, la gente hubiera tenido otras preocupaciones en mente que el sudor. Si «una ramificación aumentada en las glándulas mamarias» hubiera proporcionado una ventaja, ¿por qué sobreviven los bebés fuera de la China? ¿Por qué los genes no revirtieron tras el cambio de clima? Como mucho, esas «ventajas evolutivas» son de una entidad mínima, considerando las grandes revoluciones que necesita el darwinismo para pasar de los ratones a los humanos.

Los requisitos de la selección natural son muy rigurosos. Sólo cuenta lo que promueve la supervivencia inmediata. La ventaja ha de ser tan grande que todos los demás miembros de la población deben extinguirse para que prolifere la variante favorecida —a eso se le designa el «coste de la selección». Este tema no se abordaba en el artículo. En lugar de ello, Pennisi acababa con una cita que dice que la teoría de la evolución nunca lo puede resolver:

La investigación «hace avanzar este campo en formas novedosas, añade Akey, ya que muy pocos estudios han concretizado las consecuencias funcionales de cambios genéticos que han sido seleccionados positivamente. Aunque «el modelo murino nos aproxima más» a comprender cómo los humanos modernos han cambiado a lo largo del tiempo, dice Enard, «sin una máquina del tiempo nunca conseguiremos todos los datos relevantes».

Entonces, será de esperar que si «preguntamos a un ratón» cómo evolucionaron los humanos, la única respuesta será un chillido chirriante.

De modo que los modelos trabajados con ratones no podrán llevar a un conocimiento de la evolución; no es un ratón con un gen humano insertado artificialmente lo que necesitan, sino una máquina del tiempo.

Lo mejor que hay después de una inalcanzable máquina del tiempo es un Testigo Ocular que estaba ahí y que nos puede decir como «emergieron» ratones y humanos (y no fue por un proceso ciego y sin dirección de selección natural).

Esperamos que estos tres artículos ponen al descubierto las prestidigitaciones del darwinismo: imaginación, sugestión y promesas vacías de futuros descubrimientos. ¿Hay acaso un claro indicio que dé soporte a la evolución de las moléculas al hombre — o siquiera un caso claro sin ambigüedades de «selección positiva» — en ninguno de esos estudios o modelos, o en ninguno de los cientos de otros ejemplos que hemos estado reseñando a lo largo de los años? No es tiempo lo que hace falta. El árbol de la vida acerca del que especuló Darwin, el árbol de la vida que se intentó construir con criterios morfológicos, el árbol de la vida que se intenta construir con criterios moleculares, es un engendro de una imaginación que da la evolución como supuesta. Han sido ciento cincuenta años de tropezar con «emergencias independientes» de estructuras complejas iguales o del mismo modelo en distintos linajes. El fenómeno de la llamada convergencia es ya de por sí suficiente para sepultar la tesis evolucionista del desarrollo de la vida por cambios azarosos y selección natural sin dirección hacia un fin. Es hora de admitir que el dicho de Richard Dawkins, de que «la biología es el estudio de cosas complejas que parecen haber sido diseñadas para un propósito», debe ser corregido, en el sentido de que la apariencia de diseño para un propósito no es ilusoria, sino un fiel reflejo de la realidad.

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Fuente: Creation·Evolution Headlines – Divining Darwin’s Tree Is a Never-Ending Task 15/02/2013
Redacción: David Coppedge © 2013 Creation-Evolution Headlines – http://crev.info/ Traducción y adaptación: Santiago Escuain, publicado en sedin-notas.blogspot.com.es
© SEDIN 2013 – http://www.sedin.org


Publicado por Santiago Escuain para SEDIN – NOTAS y RESEÑAS el 3/04/2013 01:50:00 p.m.


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