• Si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él. – 1ª Tesalonicenses 4:14.
• Más quisiéramos estar ausentes del cuerpo, y presentes al Señor. – 2ª Corintios 5:8.
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Bernardo regresaba de visitar a un amigo creyente enfermo, y había asistido a sus últimos momentos.
–Dejó esta tierra, y el mundo permanece indiferente. –Yo diría más bien que el que se va es “el mundo… y sus deseos” (1ª Juan 2:17), y se va hacia el juicio. En efecto, la Biblia nos dice que “los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas” (2ª Pedro 3:10). En cuanto a nuestro amigo, sencillamente se fue, dejó esta vida (Filipenses 1:23). Estaba en la tierra, y ahora está junto a Jesús.
Lucas emplea la expresión “durmió” (Hechos 7:60) para hablar de la muerte de Esteban, el primer mártir. El apóstol Pablo dice que “los que durmieron en Cristo… serán vivificados” (1ª Corintios 15:18-22).
La muerte no es el final, ni para el creyente ni para el incrédulo. Para el creyente, morir es ir a Jesús, lo cual es muchísimo mejor. ¡Qué gozo saberlo! Para el incrédulo es entrar en la espera de un juicio ineludible.
Entonces comprendemos el llamado urgente del profeta Amós: “Prepárate para venir al encuentro de tu Dios” (Amós 4:12), y del apóstol Pablo: “Os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios” (2ª Corintios 5:20).
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