¡Promesas estúpidas!

«Y Jefté hizo voto a Jehová, diciendo: Si entregares a los amonitas en mis manos, cualquiera que saliere de las puertas de mi casa a recibirme, cuando regrese victorioso de los amonitas, será de Jehová, y lo ofreceré en holocausto» (Jueces 11:30-31)

Que promesa tan extraña! Jefté era un líder, un hombre de Dios, un varón «esforzado y valeroso» (Jueces 11:1), fue el hombre escogido para pelear contra los amonitas, quienes estaban habitando una tierra que pertenecía al pueblo hebreo. Entonces, en el día anterior a la batalla ¡Jefté hace esta promesa absurda! ¡Sacrificar a un ser humano! ¡Cuán desesperado habrá estado Jefté!

Algo que me llama la atención es que Jefté hizo esta promesa luego de que «el Espíritu de Jehová vino sobre Jefté» (Jueces 11:29). ¡Así es! Muchas veces, aun teniendo al Espíritu Santo, cometemos errores, decimos cosas que no debemos decir, hacemos cosas que no debemos hacer, miramos cosas que no debemos mirar. Por eso es que tener al Espíritu Santo no es garantía de que seremos perfectos… debemos dejarnos guiar por él en todo momento. Debemos disciplinar nuestras vidas para aprender a escuchar lo que Dios quiere decirnos y no tomar decisiones sin saber su opinión.

Lo cierto es que Dios le dio la victoria a Jefté, pero cuando regresaba a su casa luego de la batalla «he aquí su hija que salía a recibirle con panderos y danzas, y ella era sola, su hija única; no tenía fuera de ella hijo ni hija» (Jueces 11:34) ¡Que terrible! ¡Su propia hija! Y por supuesto, una promesa hecha al creador del universo, no puede romperse… «Y cuando él la vio, rompió sus vestidos, diciendo: ¡Ay, hija mía! en verdad me has abatido, y tú misma has venido a ser causa de mi dolor; porque le he dado palabra a Jehová, y no podré retractarme» (Jueces 11:35)

De esta manera el líder del pueblo hebreo, Jefté, tuvo que sacrificar a su propia hija. Lo triste es que seguramente Dios le hubiese dado la victoria aún si no hubiese realizado esa promesa.

Pero no debemos juzgar a Jefté ¿cuántas veces hemos realizado promesas de este tipo a Dios? Si sanas a mi madre dejaré de beber, si me ayudas en el examen mañana iré fielmente a la iglesia, si me dejas vivir serviré a mi prójimo por el resto de mi vida… Y yo me pregunto, ¿son promesas sinceras o gestos de desesperación? ¿vamos a cumplirlas? ¡A Dios no lo podemos engañar!

¡Cuidado con las promesas estúpidas!


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