Ahora, en cambio, somos como muertos respecto a la Ley, que nos tenía bajo su yugo. Hemos quedado plenamente libres, y podemos servir a Dios no según la letra de la vieja Ley, sino conforme a la nueva vida del Espíritu.
Pablo ahonda en el pensamiento que ya había desarrollado acerca de la pérdida de influencia que la Ley ha tenido sobre nosotros. Al identificarnos con Cristo en su muerte -recordemos los ritos del bautismo- hemos muerto de forma simbólica y, en tanto que muertos, ya no estamos sometidos a la Ley porque nuestra deuda con ella ha sido perdonada. La cuenta ha sido saldada y creo que es importante entender este concepto jurídico, especialmente para aquellos que tienen dudas respecto a la posible pérdida de su salvación.
Como afirma el apóstol hemos quedado ¡Completamente libres! ya no tenemos que servir al pecado que nos tenía obligados y cautivos. Tampoco tenemos que servir a Dios bajo la amenaza de la Ley según la cual, era preciso vivir de una determinada manera -cumpliendo la Ley- para podernos ganar el amor y la aceptación de Dios.
¡Eso pasó! ahora podemos servir al Señor desde la libertad de sentirnos amados y aceptados de una forma incondicional. Servimos a Dios como muestra de nuestra gratitud, de nuestro deseo de agradarle y de colaborar con Él como buenos agentes de restauración de este mundo roto.
Lee Romanos 7:1-6
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